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La falta de confianza hace mella

Por mucho cariño y buenas palabras que los veteranos quieran darle al equipo, la falta de gol ha ido imponiendo una vez más su eterna ley, porque nadie puede sobrevivir a ella. Puedes hasta jugar bien, como hizo el Real Madrid en las segundas partes de San Mamés y del derbi ante el Atlético, pero si eso no se transforma en goles termina siendo estéril. Llevar cuatro partidos seguidos sin anotar es ya una realidad tan contundente que aplasta cualquier tipo de justificación que se apoye en la mala suerte, las rachas o el karma y lanza una sentencia irrebatible: tus delanteros no son máquinas rematadoras y va a ser imposible que muten en goleadores fantásticos, de esos que se fabrican solitos los goles y te sacan del problema cuando el equipo anda espeso en ataque.

Esto, ya advertido por muchos desde hace tiempo, empieza a ser asumido por los jugadores y esa desconfianza puede ser más venenosa incluso que la falta de gol. Cuando llevas tantos partidos sin que te salga bien el plan, empiezas a dudar de lo que estás haciendo bien y dejas de poner el mismo interés en todo. En Vitoria, tras un buen arranque y un par de ocasiones para romper la sequía, el Madrid se fue diluyendo, como si los jugadores fueran presa del escepticismo. “No le hacemos un gol a nadie”, debieron de pensar. Julen tendrá que trabajar con malas caras. Peligro a la vista.