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El VAR no pasó la prueba del derbi

El amigo más atlético que tengo, condiscípulo escolar, hoy brillante catedrático de química, me mandó un mensaje nada más acabar el derbi: “Con VAR y sin VAR la vida sigue igual”. Y después: “¿Esto es VAR o es ROVAR?”. Ya comenté en la víspera que este primer derbi con VAR iba a pasar una prueba difícil. Son muchas generaciones de atléticos convencidos de que el Madrid medra al calor del arbitraje, y muchos pensaban que con el VAR se iban a moderar sus éxitos. De hecho, circula un meme que presenta la sala de trofeos del Madrid ‘antes del VAR’, la de ahora, y ‘después del VAR’, donde se sustituyen las copas de plata por botijos.

Pasa que el VAR no va a resolver todas las jugadas, ni siquiera muchas, sino sólo las indiscutibles. Para eso está pensado. El problema es que el concepto de lo indiscutible es resbaladizo, incluso ya vemos que ni siquiera la raya del fuera de juego se traza con severidad, y en todo caso lo que para algunos es indiscutible para los otros es más que discutible, o más bien indiscutible en el sentido contrario. Tomemos por ejemplo la mano de Casemiro: ¿está en su pose natural o forzada para cubrir más espacio? O el cate de Sergio Ramos a Correa: ¿es desconsideración o es agresión? Según a quién se le pregunte, claro.

Detrás del VAR hay un árbitro, que hace pareja con el de abajo, cada uno en una función, según el día. Detrás del VAR hay un criterio y se dio la circunstancia de que las dos graves jugadas fronterizas (la segunda, para mí, no tanto, estoy por la expulsión) se fallaron del mismo modo. Si esto hubiera funcionado el año anterior, la patada que partió la nariz a Sergio Ramos no hubiera sido sancionada, me dicen los expertos en VAR. Pero no llegó entonces, sino ahora, ha pasado lo que ha pasado y el aficionado atlético ha renovado argumentos para alimentar su creencia favorita. Esto del VAR no es tan perfecto, ni tan fácil.