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Ante la falibilidad inesperada del VAR

Ya me lo advirtió Iturralde, nuestro lazarillo en el mundo del arbitraje. En la mayoría de partidos, en los que no hay tantas cámaras como en ‘El Clásico’ y otros que le son próximos en expectación, el porcentaje de error en los fuera de juego es de más menos el 7%. Es bastante (o demasiado, ya que esto es fútbol) margen. Para desgracia del fútbol, un programa llamado El Chiringuito, al que identificamos más por la bronca ligera que por otras buenas aportaciones que también tiene, ha encontrado quien hurgue en ese 7% dejado al azar. Y de forma convincente nos revela ciertos errores. El más notable fue el primer gol del Leganés.

Mala suerte. Mala suerte que por un pelín una jugada que acabó en gol naciera de un fuera de juego (por muy poco, hay que decirlo) que se les escapara a los observadores del VAR, y que acabara en gol, y que ese gol le costara a la larga un punto al Barça. Hasta ahora, el VAR ha obligado en LaLiga a pocas rectificaciones (al que más, al muy numerero Mateu Lahoz, dicho sea de paso), pero ese 7% de margen de error que el sistema reconoce para el fuera de juego es una fuga seria. Y más ahora que El Chiringuito ha explicado que por culpa de eso el Barça perdió en Leganés un partido que con la tabla de Pitágoras en mano hubiera empatado.

En fin, que el VAR no es el ojo de Dios metido en un triángulo que veíamos en los libros de primaria. El VAR sólo es un remedo del ojo humano. Abajo hay un árbitro corriendo, sudando, agitado y presionado, y ahora hay otro arriba para sacarle del apuro si tiene un fallo flagrante. Pero no basta. La CONMEBOL ha refutado la expulsión de Dedé ante Boca Juniors en la Libertadores, como pasó aquí con Roque Mesa. Instancias superiores (y cómodas) se sienten con derecho a rectificar juicios arbitrales filtrados por el VAR, y a eso se suma la imperfección tecnológica para casos como el primer gol del Leganés. Pero el VAR vino para quedarse.