El estreno del VAR en nuestro campeonato

El estreno del VAR en nuestro campeonato dejó algunas dudas y protestas. El más explícito fue Mendilibar, sincero y constructivo en su trayectoria. Fue el primero en oponerse a la ñoñería de parar en cuanto alguien se echara al suelo, mala reciente costumbre en nuestro fútbol. Esa práctica confunde los, felizmente escasos, lances de daño real, perceptibles por todos y demandantes de atención médica urgente, con trucos ventajistas. Mendilibar, futbolero de buen viejo cuño, predicó contra esa moda. Me gustó. Ahora se ha quejado del VAR, dando voz a muchos aficionados que no le ven las ventajas. Yo sí se las veo.

La cuestión es que del VAR no se debe esperar la perfección, sino sólo que resuelva fallos de verdad estrepitosos... o los llamados ‘geográficos’. El fuera de juego, denunciado por una línea trazada al instante con cálculos trigonométricos de precisión, es objetivo. Ahí no hay ‘tío, páseme usté el río’. Pero otras jugadas dejan lugar a la discusión. Muchos madridistas se han quejado del empujón de Bruno a Asensio, que Estrada Fernández dejó pasar. En el Betis-Levante, Canales cayó por entrada de Luna y no se revisó. En el Eibar-Huesca pasó lo propio con una caída de Sergi Enrich en el área, que dio lugar a las quejas de Mendilibar.

Conviene mirar el VAR con el siguiente criterio: está concebido para corregir solamente errores estrepitosos, ese tipo de jugadas en las que el árbitro ha tomado, por falta de ángulo, por descuido o por lo que sea, una decisión clamorosamente injusta. Sólo en esos casos, un colega leal que dispone de pantalla con moviola y muchas tomas, le avisa de que ha podido cometer un fallo tremendo. No está pensado para esas jugadas que diez veces vistas aún provocan discusiones. Yo desconfiaba, pero me gusta, entre otras cosas porque ha reducido los corrillos de jugadores protestando. Y el número de tarjetas.