Putin ha aprovechado bien el Mundial

Dos equipos que aspiraron a todo, Inglaterra y Bélgica, se enfrentan hoy por nada. Ser tercero o cuarto no importa en esto, aquí el bronce no tiene el valor de otros deportes. Gary Neville lo describe como ‘un homenaje al que nadie quiere acudir’. Seguro que todos los jugadores preferirían estar de vacaciones. Pero al aficionado le servirá para entretener la espera de la final y lanzar una última mirada de simpatía a dos selecciones que han dejado impronta en el Mundial. Inglaterra viene de menos y se ha hecho presente de nuevo en el gran fútbol. En Bélgica va cuajando por fin su magnífica generación, que veníamos esperando.

Llega el final de la Copa del Mundo y es hora de decir que ha salido muy bien. Para Infantino, la mejor de siempre. Quizá. Desde luego, Putin ha conseguido lo que quería. La imagen de Rusia como país siempre misterioso y ahora hosco y peligroso, como empeñado en recuperar a cualquier costa el prestigio siniestro de la extinta URSS, ha sido endulzada gracias al campeonato. Sus ultras no han comparecido. Ya me lo advirtió Maroto: “Putin no les va a dejar moverse”. La seguridad ha sido ejemplar y sin la incomodidad de registros excesivos. Todo el que ha acudido de fuera (ha habido tres millones de visitantes a la Plaza Roja) regresa bien impresionado.

El invento de la Fan ID, una carta de identificación colgada y bien visible que hacía hasta las veces de visado, ha sido fundamental. Al que se ha pasado se le retiró y santas pascuas. Pocos casos, pero justos. Prácticamente, lo único desagradable han sido los acosos a reporteras, una moda odiosa que hay que atajar con firmeza. Pero millones de aficionados de todo el mundo han disfrutado en Rusia, muchos en ciudades hasta ahora desconocidas para el gran mundo, todas esponjándose para que la familia del fútbol disfrutara del Mundial y de aquel país. Para eso está la Copa del Mundo: para acercar pueblos. Viajando se entiende la gente.