Cristiano, Messi, Neymar, Modric, Griezmann
El Mundial se esperaba, entre otras cosas, como un nuevo duelo, quizá definitivo, entre Messi y Cristiano, con el undécimo Balón de Oro al final de fondo, para superar el empate a cinco. De primer aspirante, Neymar. Bueno, pues ninguno de los tres. Llegados a las puertas de la final han brillado sobre todos Modric y Griezmann, jugadores-bandera de los dos finalistas. El tercero en discordia sería Mbappé, que ha tenido destellos formidables en varios partidos y completó una exhibición bárbara ante Argentina. Le ha faltado regularidad, pero pase lo que pase en la final ha dejado su tarjeta de visita.
Los fracasos de Cristiano, Messi y Neymar han tenido grados y causas diferentes. Cristiano empezó con una exhibición tremenda ante España, que abrió los mejores augurios para él y Portugal. Pero luego fue a menos, no pasó de discreto los demás días y no pesó el día decisivo ante Uruguay. Messi ha tenido un deambular de principio a fin, como el equipo. Su debe es que no inspiró ningún liderazgo, no mostró rebeldía. Fue tan poco como el equipo. Respecto a Neymar, llegó corto de forma y a la larga se ha distinguido más por dolerse o tirarse que por sus jugadas. Ha sido la comidilla fea del Mundial.
Modric y Griezmann han liderado a sus equipos hacia la final. Han asumido su condición de referente, objeto de las miradas de sus compañeros en los momentos difíciles. Modric ha ido a más en cada partido, hasta ser el flotador seguro del equipo en tres prórrogas tremendas. Y ha sido bandera del fútbol bien elaborado, en este Mundial que pretendía tirar para otro lado. Griezmann ha ocupado una posición nuclear en el juego de Francia, aireando la media, marcando el ritmo y la pausa y metiendo el cuchillo cuando hacía falta. La final decidirá entre ambos, salvo que Mbappé diga lo contrario.