Nos faltó suerte y nos sobró Cristiano
Bueno, pues empate, en un partidazo con alternativas en el marcador. El resultado no es malo y nos deja dos buenas noticias: una, que el grupo no ha acusado en nada las convulsiones, que ya conviene olvidar; otra, que no volveremos a jugar contra Cristiano Ronaldo hasta la final, si se da el caso. Porque es duro tenerle enfrente. Abrió el marcador con un penalti que fabricó, y por supuesto, transformó él mismo; marcó el 1-2 con un tiro seco que venció los dedos de mantequilla de De Gea, y cerró con el 3-3, falta provocada por él y colocada en la escuadra. Aparte de eso, agitó a su equipo, atacó los espacios con ciencia. Fue tremendo.
Sólo por tener enfrente un jugador así (y detrás un portero fallón) fue por lo que España no ganó este partido, que jugó bien y con mérito. Se repuso al primer gol, nada más empezar, al 2-1 al borde del descanso, jugó con solvencia y dominio, sobre todo por la banda izquierda, tuvo ratos primorosos y contó con un ‘nueve’ soberbio, Diego Costa, que por fin hizo con la Selección el partido que veníamos soñando. Su primer gol fue colosal, el segundo le define como depredador de área, y se movió por todas las zonas con la solvencia de los grandes delanteros. Se fue agotado y aplaudido. En el futuro será difícil discutirle el puesto.
Pero no fue el único que hizo un gran partido. Todos estuvieron bien, algunos mejor que otros, sí, pero todos firmes en lo suyo, controlando el balón y el partido, llevando de cabeza a Portugal, que perseguía sombras. Nacho, el único no titularísimo, se hizo con su banda y cazó un gol legendario. Isco parece mejor cada día que juega con la Selección, cuyo juego le va más que el del Madrid. España no ha ganado el partido, pero sí ha recuperado el crédito y la serenidad, y ha resuelto la duda del ‘nueve’. No son tres puntos, sólo uno, pero el grupo sale del trance con tanta cara de aspirante como traía cuando llegó hace unos días a Rusia.