Sainz, a la imagen del padre
Carlos Sainz no terminó nada satisfecho con su resultado en el GP de Mónaco. Un décimo puesto que vale un punto cuando el madrileño aspiraba a bastante más. Sus declaraciones, señalan a un error estratégico claro de Renault con la elección de neumáticos, que condicionó por completo su rendimiento en la pista monegasca. Lo afirmó con rotundidad nada más acabar la carrera, con un tono y una autoridad que me recordaron más que nunca a su padre. El hijo ya no es un principiante en la Fórmula 1, tiene 23 años y su proceso de maduración ha sido imparable durante cuatro temporadas en los grandes premios. Asume su responsabilidad si toca y con la misma seriedad exige a los demás que lo hagan cuando llega el caso. Así ha ocurrido en Montecarlo.
Me ha gustado mucho ver a Sainz en ese papel, disgustado pero coherente, esgrimiendo argumentos con convencimiento y dejando muy claro que su ambición ya ha llegado a otro nivel. He visto, insisto, muchas veces a su padre en ese papel, con una actitud que le sirvió para ganarse el respeto unánime en el Mundial de rallys, primero, y en Dakar, después, tanto entre sus equipos como entre sus rivales, las marcas, los patrocinadores o la Prensa. Y todo sin una palabra más alta que otra, sin fuegos de artificio ni numeritos gratuitos. Así es como se defiende una postura cuando se tiene la seguridad de que es la correcta. Al margen de la clasificación de Mónaco, en Renault deberían tomar notar sobre qué tipo de piloto, de persona, es este chaval que ha dejado de serlo.