De Bale y Benzema al adiós al Niño
El Madrid compareció en Vila-Real con un equipo con aires de titular para Kiev salvo en la portería, donde Zidane puso a su hijo Luca, una decisión sorprendente, y a mi juicio injusta. Sin duda le tiene por un portero de gran futuro, y es justo que un padre vea las virtudes de su hijo, pero hay algo que rechina en una decisión así. No en preservar a Keylor, que se entiende, pero sí en hacer saltar hasta ahí al propio hijo. A la hora de la verdad, no tuvo mucho trabajo, hizo una parada lucida, encajó dos goles y Sergio Ramos le sacó uno de la raya. No se le puede culpar de nada, pero tampoco justificó en absoluto este salto tan brusco al primer plano.
El resto del equipo tenía aires de titularísimo, con Bale por Benzema. Ahí queda la duda. Benzema es exquisito, combina bien con Cristiano, pero Bale está en un punto de forma sensacional y se le caen los goles. Marcó al poco de empezar. Le siguió Cristiano, con un buen cabezazo. El Madrid hizo un gran primer tiempo, concentrado, estupendo. En el segundo se fueron Modric y Cristiano por Lucas y Benzema, pero no hay que culpar a estos, sino a una caída general de interés, que coincidió con el alza del Villarreal, muy mejorado con los cambios. Fue justo por ello que empatara el partido, que por lo demás resultó de guante blanco.
Eso deja al Atlético segundo y hará más feliz la fiesta que hoy se espera en el Metropolitano, con exhibición de Europa League y Liga Iberdrola y despedida del Niño Torres. Será una tarde singular para este estadio nuevo, en el que se echan en falta ecos, porque no puede haberlos todavía, pero la aventurada y con frecuencia venturosa vida del Atlético los va creando. Los niños que vayan hoy al fútbol agarrados de la mano de su padre a ver despedirse al Niño guardarán en el mejor rincón de la memoria ese recuerdo. Ese estadio que a muchos les huele todavía demasiado a nuevo va fabricando su propia leyenda, como no podía ser de otra manera.