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La cepa del palo

El léxico del fútbol está lleno de metáforas. Por ejemplo, se dice “formar la barrera”. Y al oír “barrera” no pensamos en un obstáculo de maderos, piedras o ladrillos que cierra el paso a un lugar, y que es la idea originaria de “barrera” (llamada así porque normalmente se formaba con barras), sino en la fila de jugadores que se opone a una falta directa.

Esa metáfora se ha usado tanto que ya figura en el Diccionario, desde 1992, lexicalizada como “fila de jugadores que, uno al costado del otro, se coloca delante de su meta para protegerla de un lanzamiento contrario”.

Otra metáfora es “la cepa del palo”. Sabemos muy bien por dónde pasó la pelota cuando nos dicen “el balón entró junto a la cepa del palo derecho”.

Ahora bien, la idea originaria de una “barrera” que impide o dificulta el paso encaja bien con la idea de la fila de futbolistas que tratan también de impedir el paso del balón; pero en el caso de “la cepa del palo” nos topamos con un notable desajuste entre su uso agrario y su metáfora futbolística. Porque “la cepa del palo” ni es cepa ni es palo.

¿Qué es una cepa? Una cepa es la parte del tronco de un árbol o de una planta que está “dentro de la tierra y unida a las raíces”.

Según eso, en sentido estricto el balón no podría golpear nunca en la cepa del palo, pues para ello debería arar el terreno de juego en su trayectoria.

Ahora bien, “la cepa del palo” constituye una especie de metonimia que toma la parte (la cepa) por el todo (la base entera del poste).

Y por ese mismo artificio seguimos llamando palos a los elementos que delimitan la portería, aunque los palos, por definición, deben ser de madera. Sin embargo, esos postes se fabrican ya normalmente con aluminio. Así, en vez de “el balón dio en la madera” deberíamos decir “el balón dio en el aluminio”.

No obstante, el genio del idioma mantiene muchas frases hechas aunque cambie la realidad que les dio origen, porque su sentido (la idea) va más allá de su significado (las palabras). Y por eso seguimos “colgando” el teléfono aunque ahora pulsemos una pantalla, “tiramos de la cadena” aunque accionemos una palanca y “encendemos” el televisor sin necesidad de que haya que prenderle fuego.

Hay motivos, por tanto, para dar por buena la doble inexactitud de “la cepa del palo”. Es una metáfora de pura cepa.