Carta abierta a Hernández Hernández

Pitar el Clásico es esperar que la tormenta no sea más que un chirimiri (porque lo de mojarte, eso seguro que pasa), ¿verdad, Alejandro? No hace falta que te recite mi argumentario habitual sobre el error porque ya lo sabes. No hace falta que me cuentes cómo te sientes porque lo sé muy bien. Ni que alguien venga a restregarte tus errores por la cara... si con el carnet de árbitro te entregan también el martillo percutor de la conciencia autocrítica, una cosa casi mística de penitencia dogmática. No es que sea yo mucho de dar consejos, pero si me lo permites: sal corriendo. Literal y metafóricamente. No te fustigues y sal a echar unas carreras. No te permitas la duda insustancial, producto de desecho del ensañamiento popular. Sigue a lo tuyo, que ya sabes lo que es: entrenar, analizar, objetivar.

Se sabe que el deporte es bueno para apartar de la mente las intrusiones dañinas y enfocar. Más deporte le hace falta a alguno que otro, hasta quedar sin aliento (ya que antes muertos que cerrando la bocaza, al menos que no les sobre la energía para hablar a lo tonto). Yo tengo total confianza en ti y te respeto. Recuerdo aquellas risas en el trayecto Sevilla-Huelva, cuando viniste de cuarto árbitro conmigo. A ver si se te va a olvidar la persona tan cojonuda que eres sólo porque unos cuantos justicieros, que indultan o insultan a tenor del color de la camiseta, tengan algo que afearte como árbitro. ¡Qué bonito partido! ¡Cómo se abrazan todos! Qué más da que hayan creado un ambiente peor que malo, que nada tiene que ver con el fair play ni con el respeto que pedimos a boca llena, con la esencia del deporte.

¿Por qué ningún cronista romántico de estos, que saben de todo, dice que cuando los jugadores quieren es imposible que al árbitro le salga bien el partido? ¿Qué servidumbre es esta? Algunos nos acordamos de ti, que recibes la carga de la rabia colectiva permitiendo así que el cuento acabe bien, con el entrañable abrazo de los ídolos con pies de barro. Bravo por ti, que eres la excusa perfecta para que algún periodista de club (pero sin cobrar del club, que ya hay que ser triste) pueda escribir sus relatos de amor y drama.

Que no tuviste un buen día, SÍ; que fallaste, SÍ; que eres un buen árbitro, también. Ya sabes, estás en una profesión donde el error consustancial a todo ser humano se transforma en ineptitud, prevaricación. Y además, desde su ignorancia osan en descalificarte como persona, gente que no ha cruzado dos palabras contigo. Desde estas líneas, mi crítica sincera pero sobre todo mi admiración hacia ti como árbitro. Pero sobre todo hacia ti, Alejandro, como persona en un día que me consta que lo estás pasando mal.

Nada que no sepas. Pasará. Tú sigue corriendo.