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¡Qué bonito es ver jugar a Iniesta!

Cogió Iniesta la Copa de manos del Rey, la levantó y todos nos preguntamos por qué se va. Está formidable, había sido el jugador de más peso en la victoria de los suyos en una final en la que el Barça le pintó la cara al Sevilla. Coutinho, que ha sido fichado por 160 millones como posible reemplazante de futuro, es un jugador estimable, pero no se le acerca, y decir esto no es hacerle de menos. Es que Iniesta es único y bien lo vienen reconociendo todos los públicos de España desde hace tiempo. Pero las cosas son así, todo tiene fin, y al menos nos quedará el recuerdo de esta exhibición en un día de fiesta mayor, ante toda la afición nacional.

La exhibición de Iniesta fue la noticia de un partido que no tuvo color. El Barça vino concienciadísimo. Curioso: el Sevilla se aisló en Marbella, el Barça vino en el día, como si no prestara suficiente atención al partido, pero jugó con un interés y una atención máximos, y desde el principio. Presionó la salida del Sevilla, que no pudo cruzar el medio campo hasta el minuto doce. Y no lo hubiera hecho: el balón acabó en el pie de Cillesen, que lanzó con potencia y precisión extremas a Coutinho y aquello acabó en gol de Luis Suárez. Roto el dique, el resto del partido fue un gigantesco rondo, interrumpido por algún gol cada equis tiempo.

El Sevilla empezó blando y agarrotado y cuando quiso darse cuenta se le había caído la estantería encima. Cuando el de enfrente es el Barça y juega así, hay permiso para perder, aunque salir goleado siempre escuece. Ahora, al Sevilla le queda apretar para salvar su plaza europea. Talla tiene para ello, aunque tendrá que reponerse de este resultado. El Barça tiene su doblete, como bien me mensajeó un culé gallego: ‘Sábado, sabadete, camisa limpia y doblete’. Hizo un partido tremendo liderado por un jugador de leyenda, que quizá se va a China porque teme que aquí pueda llegar a ser un estorbo. Cosas de su forma de ser.