La gente honesta no roba

Fue una cólera fría, de las que no necesitan fuertes gritos ni gestos enfáticos. Fue un enfado muy adaptado a la personalidad de Zinedine Zidane y ni siquiera su eterna sonrisa y su habitual buen rollo pudieron tapar la gravedad del momento. Ni el dolor que siente por dentro. Nunca desde que es entrenador del Madrid, incluso desde que llegó como jugador en el 2001, el francés se había mostrado tan molesto por algo ligado a su carrera madridista. Tan dolido, tan indignado. En los últimos días mucha gente, en España y fuera de España, ha sobrepasado lo que para Zizou es y será siempre el límite. Porque hablar de “robo” para referirse al penalti que dio la clasificación al Madrid no es otra cosa que poner en duda la honestidad del técnico galo, de sus futbolistas (empezando por Lucas Vázquez, la víctima de la falta en el área de la Juventus) y del club en general. Algo inaceptable para un hombre como Zidane.

El marsellés nació en una familia humilde, muy humilde. Recibió una educación en la que el esfuerzo y sobre todo la honestidad son valores esenciales y, por ello, que se pueda poner en duda la limpieza de las victorias de su equipo y que se quite valor al gran trabajo realizado cada día en Valdebebas le saca de quicio. En España por el clásico antimadridismo, en Francia por los celos que ciertos resentidos le tienen al victorioso Zidane y en el resto del mundo por la envidia de los que no soportan que el Real Madrid siempre sea el mejor. Ayer hubo un punto de inflexión en el discurso del míster blanco. Está dolido y no perdonará nunca. Nunca.