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Benzema y Bale emiten señales tristonas

El estado de la Liga, con el Barça a un centímetro de atrapar el título, propició un derbi amable en Chamartin. No hubo fragor en ningún momento. Hasta los penaltis, que los hubo y no se señalaron, se tomaron a la ligera. Por raro que parezca, el partido tuvo el aire de los amistosos. Quedó claro que había otras cosas en qué pensar. Lo que ahora importa es Europa. Para no ofender a nadie, el partido se cerró con un empate y con goles de las principales figuras de los dos equipos: Cristiano y Griezmann. Casi todo fue agradable (el Madrid jugó muy bien en el primer tiempo y, tras el gol de Cristiano, el Atlético reiteró que tiene magníficas, pero inexploradas, cualidades para atacar), excepto la triste media hora de Benzema.

Las dos últimas actuaciones del delantero francés van más allá de la melancolía a la que tanto se le asocia. Frente a la Juve jugó mal un partido que el resto del equipo jugó francamente bien. Quedó muy señalado. La sustitución parecía obligada. Zidane, que le ha apoyado sin desmayo durante los dos últimos años, le retiró del campo. Nadie se lo reprochó. Benzema se fue con un preocupante aire de abatimiento. En el derbi se sentó entre los suplentes. Su puesto lo ocupó Bale, que no había disputado ni un minuto contra la Juve y que también está preso de la tristeza. Tiene la expresión de los poetas románticos.

El Madrid llega en perfecto estado de revista a los desafíos que se avecinan en la Copa de Europa. El equipo desborda energía y agilidad, Cristiano emboca todo lo que remata, no hay lesiones preocupantes y nada enturbia el horizonte. Sólo parecen reseñables los casos de Benzema y Bale. En medio del optimismo general del equipo, los dos jugadores parecen alicaídos, tristones. Parece, en definitiva, que tienen las maletas en la puerta.

Bale no fue titular en ninguno de los dos partidos con el París Saint Germain y tampoco contra la Juve, a pesar de su contundente actuación en El Insular de Las Palmas. Se daba por hecha su titularidad en el derbi y así fue. Una cosa es retirar a una estrella el cartel de insustituible y otra retirarla el saludo. Zidane es astuto y sensible para esta clase de cuestiones. Sin embargo, ni Bale ni Benzema logran levantar el ánimo, el suyo y el de la hinchada.

El galés dejó los destellos habituales (su centro en el gol de Cristiano fue una belleza), pero a estas alturas de la vida, después de cinco años de recorrido en el Madrid, no puede mantenerse como un jugador de momentos y desapariciones. Llegó como el único futbolista capaz de discutir a Neymar la condición de sucesor de Messi y Cristiano. Hace tiempo que se retiró de esa discusión.

Benzema es un fenomenal futbolista que nunca ha disfrutado de la unanimidad en el Bernabéu. Esta temporada transmite la impresión del que abandona la lucha. A su peculiar manera, que no es otra que la clase, la imaginación y más goles de lo que se dice, Benzema luchó contra la mala opinión que pesa sobre él en un considerable sector de la hinchada. Esos casi diez años de lucha han construido un gran relato futbolístico en el Real Madrid. En ocasiones se ha impuesto Benzema. En otras, sus críticos. Y siempre ha parecido que el combate no trataba de un jugador cualquiera. Por desgracia, en Turín emitió señales de capitulación. En el derbi, también.