Los galácticos, mejor de uno en uno

Pasó el PSG por el Bernabéu con su brillante tridente de ataque, pero la amenaza que su propia existencia supone no se concretó. Neymar hizo bastantes diabluras, pero sólo disparó a puerta una vez. Además se cargó con una tarjeta muy pronto y se expuso a una segunda después, en un piscinazo absurdo junto a la banda, a la altura de medio campo. Mbappé disparó dos veces, una de ellas bien. Cavani abrió huecos, pero no llegó a rematar. El miedo previo al tridente, alimentado por su intensidad goleadora en la Ligue 1, no se justificó en el Bernabéu. El gol lo hizo Rabiot, que luego diría aquello de que es fácil meterle ocho al Dijon...

A cambio, lo que dejaron fue varias quejas entre ellos, del tipo de por qué no me la has pasado. No hay que extrañarse, dado el precedente de los líos de penaltis entre dos de ellos, que tantos dolores de cabeza le han creado a Emery. He ahí tres grandes jugadores de egos que hay que armonizar. Neymar es el mejor, desde luego, y la enormidad que ha costado le hace sentir unos derechos. Pero Cavani estaba antes, era y es el máximo goleador, y parece decirle ‘ponte a la cola’. Mbappé empieza, pero llega rodeado de una fanfarria de gran estrella, para mí justa, y está ávido de reclamar la atención que cree merecer.

A lo que quiero ir a parar es a que los galácticos, mejor de uno en uno. Muchas estrellas juntas dan como suma la Torre de Babel. Le pasó a Florentino  en su primer proyecto, caducado entre una escalada de caprichos. Ahora las jerarquías están claras: primero Cristiano, después nadie y luego Sergio Ramos, que atempera al resto. En el Barça pasa lo mismo: primero Messi, después nadie y más allá, si acaso Piqué. Cuando Guardiola llegó lo vio claro y dio bajas sucesivas a Ronaldinho y Etoo, mientras Messi crecía. Ni a este ni a Cristiano les tose nadie. En el PSG son tres y en días de alta gloria, como el del Bernabéu, eso se nota más.