Marcelo y el catecismo blanco
El miércoles, antes de salir a jugar, Marcelo se encontró con su ex compañero Di María en el túnel. Tras abrazarse y preguntar por la familia, el argentino conminó al brasileño: “¡Y tranquilo, eh!” Di María sabía de la capacidad agitadora del hoy capitán y líder en el vestuario y en el campo. En la primera jugada de ataque del Madrid, Marcelo llegó con peligro al área rival y provocó un córner. Automáticamente levantó los brazos, arengando al público para que demostrase a los franceses que eso que acababa de comenzar iba a ser así de caliente durante hora y media. A algunos defensas del PSG empezaron a temblarles las piernas.
La intimidación fue clave en ese tramo del partido, le llegó hasta al árbitro, y los blancos robaron impetuosos muchos balones en zona de peligro. Cerca de los treinta años, Marcelo sigue siendo uno de los mejores laterales zurdos del mundo y un alborotador impagable del juego de su equipo. Además, tras doce años en el club, que se dice pronto, se sabe todos los códigos del Bernabéu. Después de haber sufrido mucho rato en la segunda mitad, más pendiente de Mbappé que de otra cosa porque el equipo estaba medio fundido, olió el momento, la sangre, y se lanzó voraz a cumplir con el arreón final del catecismo blanco en las noches europeas.
Encontró de cómplice a Asensio, eternamente discriminado por Zidane, y entre ambos revolucionaron en diez minutos el sombrío panorama que sobrevolaba Chamartín. Su abrazo de rodillas con Zidane puso la guinda al show de caudillo. En París hará falta mucho de ese liderazgo, pero también algo más de fútbol porque el PSG ya no se asustará. Veremos si se asusta el árbitro.