Las fiestas de Neymar, Benzema y un incendiario en Cornellà
Tres celebraciones en París. No sé si la felicidad de Neymar es total, pero lo parece. Sus tres saraos, festejando a tutiplén su cumpleaños en París con luz y taquígrafos, evidencian que, cuando se ficha a un futbolista así, se asumen todas las consecuencias. La tentación de tener al heredero generacional de Cristiano y Messi en tus filas es muy grande en esa ecuación económico-deportiva que buscan clubes como el Real Madrid, pero Ney viene con un pack de padre de futbolista, de amigos y de modo de vida. Ésa es su felicidad. Si la pelotita entra, todo bien, pero habrá que ver si el Madrid es capaz de imponer el peso de su historia y de sus títulos europeos, en su pésima temporada hasta la fecha, y tumba al PSG. Entonces, seguro que la factura de las tres fiestas va a ser dura de sobrellevar.
El no cambio de Karim. Cristiano Ronaldo proyectó su mosqueo por el cambio en Valencia con el cámara más cercano, el mismo que filmó la pose de Bale, tras ser sustituido en el minuto 66, con empate en el marcador. Su mirada perdida y su pose en el banquillo decían más que las palabras de CR. El galés no alcanza a entender que, sintiéndose ya bien físicamente, sea el primer sustituido con empate en el marcador. En el trasfondo, la sensación de que Benzema es el único al que Zidane pretende rescatar siempre, al que hay que esperar hasta que vuelva. Mientras tanto, Isco, el auténtico genio, ejerce de eterno meritorio.
Piqué, provocado y provocador. Casualidades del destino me colocaron en la grada de Cornellà hacia la que se dirigió Piqué nada más marcar el empate ante el Espanyol. Hasta ese minuto, mucho silbido. La celebración del central del Barça, con su dedo índice en la boca y su dedo meñique estirado, fue el detonante de un sinfín de insultos y cánticos, a cual más lamentable. La acción-reacción fue evidente en aficionados tranquilos hasta ese instante. A Piqué no hay que sancionarle por ese gesto, varias veces visto en el fútbol, sino por la reincidencia en sus faltas de respeto al rival, por sus declaraciones tras el partido sobre el origen de la propiedad del club perico y el desarraigo. Ninguna gran rivalidad necesita a un pirómano, que juegue con los sentimientos de todos los aficionados. Son lamentables y también sancionables los que le insultan, los que mentan a su pareja y a su hijo. El Espanyol tampoco debería mirar para otro lado y criticar abiertamente a los que no saben estar, pero Piqué no puede estar por encima del bien y del mal.