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Este Madrid juega a la ruleta rusa

Este Madrid es un tango: hoy un juramento, mañana una traición. El 1-4 de Mestalla (precedido de la goleada al Depor) permitió a la afición animarse de nuevo. Zidane se creció tanto que hasta puso en duda en la víspera que LaLiga estuviera decidida, que ya es decir. Y el caso es que su salida en Orriols confirmaba esas buenas impresiones: seguro, con empaque, dominador, apretando al Levante contra su área. Muy bien los laterales, bien Benzema. En un córner llegó el primer gol, que parecía abrir paso a varios más. Pero cerca del descanso, un descuido, una escapada de Morales, rechace de Keylor y gol de Boateng.

Ese gol le quitó la fe al Madrid y se la dio al Levante. Los blancos, que ya habían pecado de suficiencia en la primera parte, se desorganizaron más incluso de lo que suelen con la bbC. Morales (un jugador extraordinario, velocista, tenaz, inteligente) metía unos contraataques tremendos, que se intercalaban entre fases de buen juego del Madrid a las que siempre les faltó el remate. Zidane retiró a Bale, que flojeó, para dar entrada a Isco. Funcionó. El Madrid tuvo un rato bueno, con premio: un error del Levante atrás, Benzema que aprieta en la línea de fondo, gana el balón y se lo envía a Isco, cuyo remate cruzado resultó inapelable.

Con 1-2, Zidane retiró a Cristiano para sacar a Asensio. No estaba jugando bien, desde luego, pero su salida precipitó un cambio inesperado. El Levante se fue arriba y el Madrid tembló. Porque se fue arriba jugando bien, con cambios atrevidos de Muñiz y siempre con Morales al frente de la rebelión. Cansado de abusar de Marcelo por la derecha, se pasó a la izquierda, donde también pudo con Carvajal. Las ocasiones se sucedieron y llegó lo inevitable, el 2-2. Júbilo en Orriols, entregado a un equipo que igualó dos veces la ventaja del Madrid. Y desconcierto en el bando blanco, donde el optimismo de las dos últimas semanas se ha esfumado.