El honor de compartir mesa con una actriz que adoran mis padres
Mis adorables padres, Félix y Amparo, hubieran pagado de su bolsillo con tal de poder ocupar mi asiento en la maravillosa comida que ayer tuvimos con Conchita Velasco en la que a mí me gusta llamar la Capilla Sixtina del As. Después de tres horas con la entronizada actriz y bailarina vallisoletana, les entiendo perfectamente. Es una señora de los pies a la cabeza, una mujer con una memoria privilegiada y una de las bellezas más mitificadas de mi juventud (me deslumbró en la película ‘Pim, pam, pum... ¡fuego!’, bajo la dirección de Pedro Olea y compartiendo reparto con Fernando Fernán Gómez y José María Flotats). Y encima, es madridista. La perfección no existe pero a veces se le acerca...
Nos dio un máster de cine español, con Enrique Cerezo como compañero de viaje didáctico gracias a los amplios conocimientos que tiene de la industria del cine el presidente del Atleti. Los dos hablaban y los demás, con entusiasmo no disimulado, escuchábamos. La primera chica del As ratificó el acierto de nuestra primera elección. Locuaz (cualidad muy valorada entre los periodistas) y amiga irreductible de sus amigos (la lealtad es un valor en peligro de extinción). Con 78 años como tiene doña Concha (muy bien llevados), uno valora mejor el mérito de eso que llamamos “vocación”.
Y encima se hizo del Madrid gracias a Santiago Bernabéu. No fue imposición, fue un sabio consejo. Y adora a Pirri, como yo. Y los hijos de nuestra ilustre invitada (con Manuel al frente), fieles al legado futbolero de su madre, blancos desde la cuna. Vean a Conchita Velasco posando estupenda en el césped del Bernabéu, imagen elegida por ella misma para el catálogo benéfico de Chocrón. Una auténtica reina.