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El viejo problema del marcaje al hombre

En otro lugar de este periódico va un curioso trabajo de Xabier Fortes, con peculiar mirada, relacionando el mal movimiento del Mariscal De Grouchy con la derrota de Napoleón en Waterloo. Un movimiento, comenta Fortes, como el de Kovacic el otro día, cuando cegado por la primera consigna, fijar a Messi, dejó pasar a Rakitic. Messi, en efecto, no intervino en la jugada. O sí. Como escribió ayer Segurola, influyó decisivamente en el gol sin tocar la pelota. Fue como el que despista al guardia de la puerta mientras los cacos entran a por el botín. Los cacos, claro, fueron Rakitic, Sergi Roberto y Luis Suárez, que luego repartieron el botín con Messi.

Lo advertía Álvaro Benito desde el primer tiempo en la transmisión de Carrusel Deportivo. El marcaje al hombre tiene ese peligro: cuando alguien se va de su marcador, crea una superioridad, que en este caso se agravó porque Kovacic, en interpretación estricta de su misión, dejó pasar a Rakitic. En el origen de todo, claro, estuvo la magnífica maniobra de Busquets, que atrajo sobre sí la atención de varios madridistas hasta entregar la carta con destino sellado a Rakitic. Una maniobra colectiva de ataque (magnífico el acompañamiento de Sergi Roberto y Luis Suárez, el rematador) frente a un rígido sistema de marcar al hombre.

Es el viejo problema de marcar al hombre: tiende a equivocar responsabilidades. Si el mío no la toca, he cumplido. El fuego está en otro sitio, a mí que me registren. Más solidario, inteligente y elaborado es el sistema de defensa en colectivo, con buena distribución de los espacios, colocación oportuna, socorro inmediato al compañero que se encuentra apurado. De Grouchy, nos recuerda Fortes, estaba entretenido con la retaguardia prusiana cuando Von Blücher se unió a Wellington y dejaron a Napoleón hecho unos zorros. De ahí, a Santa Elena. El fútbol viene a ser la guerra por otros medios. Esperemos que Zidane no acabe de esta en Santa Elena.