El fútbol sala tiene una misión
Javier Lozano nos recordó ayer que jugó la final del Mundial oficioso de fútbol sala con España frente a Brasil en el vetusto Palacio de Deportes de Madrid en 1985. Mucho han cambiado desde entonces los protagonistas de esta historia. El fútbol sala se arropó bajo el edredón de la FIFA para iniciar un camino de expansión. El Palacio experimentó diversas reformas hasta que un soplete despistado incendió en 2001 aquellas añejas instalaciones. Luego fue reconstruido y años después hasta rebautizado: ahora se llama WiZink Center. Y el propio Lozano se convirtió en seleccionador de éxito, con dos estrellas mundiales en su haber. Actualmente es el presidente de la Liga Nacional de Fútbol Sala, un cargo desde el que afronta uno de los mayores retos de su deporte en los últimos años: la Copa de España 2018.
La inspiración está en aquel viejo recuerdo. El fútbol sala no ha vuelto a pisar el Palacio, pero lo hará del 15 al 18 de marzo con la competición estelar de la LNFS. Los ocho mejores en eliminatorias directas durante cuatro días, un calco de la Copa del Rey de baloncesto. El desafío es meter a 12.000 personas en el recinto. Y la cosa no va mal: ya se han vendido 4.500 abonos. La Liga ha invertido más dinero que nunca en el torneo, que irá acompañado de más de 25 actividades paralelas. Los clubes no han regateado la cifra: 500.000 euros de inversión, casi cinco veces más de lo acostumbrado. Madrid puede servir de lanzadera. Lo saben. Y ayer, en el sorteo, Lozano se lo explicó a los jugadores: “El objetivo siempre es ganar, pero más allá tenemos una misión: demostrar que el fútbol sala es digno de una gran ciudad”.