La transformación de Matías Díaz
Flamante campeón del Bilbao Open del World Padel Tour, se ha reinventado para convertirse en un jugador más agresivo y versátil.
Pocos jugadores reflejan mejor cuál ha sido la evolución del pádel que Matías Díaz. Pocos jugadores han sabido adaptarse mejor a las circunstancias entendiendo el momento, las exigencias y las nuevas demandas. Pocos jugadores han logrado lo que este bonaerense nacionalizado español ha conseguido en los últimos años: mejorar, evolucionar, reinventarse.
Y si ahora toca hablar de Matías Díaz es por ese halo de ventajismo que lleva implícita la gloria. Su triunfo en el Bilbao Open de la mano de Maxi Sánchez, derrotando nada más y nada menos que a Fernando Belasteguín y Pablo Lima en la final, lo hace más que propicio. Igual de acertada su elección como MVP de la final y probablemente como jugador del torneo.
DIEZ AÑOS EN LO ALTO DEL WORLD PADEL TOUR
Un ‘Warrior’ –apodo con el que se le conoce- que estuvo, está y estará probablemente hasta que él quiera. Quizá no en primer plano como en Bilbao, pero nunca demasiado alejado de los focos. Nadie puede obviar que son ya más de 10 años los que lleva inmerso entre las cinco primeras parejas del ranking en la era Padel Pro Tour primero, y en el World Padel Tour después. Su regularidad, entrega y sacrificio nunca han estado en tela de juicio, pero quizá sí su concepción de un juego en constante transformación.
Porque, como decíamos, el pádel ha cambiado. Mucho. Años luz desde que formara pareja con un irreverente Miguel Lamperti en su irrupción por tierras españolas. Ahora es más rápido, físico y efectivo. Y aún así, Matías ha sabido amoldarse a los tiempos. Lo hizo con Hernán Auguste, con Cristian Gutiérrez, en su reencuentro con ‘El rifle’ e incluso con un efervescente Paquito Navarro con el que llegó a convertirse en pareja dos del World Padel Tour. Etapas que avalan su buen hacer como compañero y su constante mimetismo con el ambiente que le rodea.
MÁS Y MEJOR CON MAXI SÁNCHEZ
Pero ha sido desde 2016, en su etapa con Maxi Sánchez -otro ‘warrior’ disfrazado de ‘Tiburón’-, en la que más evolucionado. Probablemente no en los resultados –dos títulos, uno en Mendoza 2016 y el último, por el momento, en Bilbao 2017-, pero sí en su desarrollo como jugador. Se ha reinventado. De derecha puro, solvente y defensivo a un ‘drive’ agresivo, versátil y eficaz. La mezcla pluscuamperfecta al servicio de la experiencia.
Ahora ha abandonado su zona de confort en el fondo de la pista y se siente más cómodo cerca de la red. No todo son globos perfectos, defensas entre la vida y la muerte y carreras imposibles. Su volea de transición ha dado paso a un repertorio de golpes que hacen daño. No perdona. A su gran variedad de bandejas ha añadido un plus en la volea y un extra de agresividad en la definición con el remate. Mención aparte merecen sus constantes lecciones en la elección a la salida de pared. Activos que marcan la diferencia en un jugador que nunca entendió lo que es una bola imposible.
La evolución lógica e inteligente en un derecha que, sin ser un prodigio del talento, sienta cátedra en el qué y el cómo debe ser un buen ‘drive’. La versión 2, 3 o 4.0 de un clásico del pádel que, como la materia, se transforma.