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Griezmann, las botas de charol, el mono y la manada

El gol de Thomas no trajo un pan bajo el brazo. Si se me antoja ni siquiera trajo un paraguas. El gol del ghanés trajo una sombrilla para los nubarrones que se atisbaban para las dos próximas semanas en el mundo rojiblanco. Después de los dos partidos ante el Qarabag, de 90 minutos en Riazor sin ocasiones, la entrada de Gaitán dejando a tres nueves en el banquillo y, sobre todo, la sustitución de Griezmann a falta de 10 minutos hacían prever una borrasca en el Metropolitano. Una sensación de que la manada se estaba dispersando, y hay que recordar que si hay un equipo que se alimenta del colectivo, ese es el rojiblanco. Y ante las ausencias de Koke, Carrasco y la mayor influencia de Griezmann en el juego, la versión de la paciencia esperando la desesperación del rival es lo que seguiremos viendo. Ese gol de Thomas debe de servir de punto de inflexión. Los rojiblancos no han perdido todavía, pero el puntito que marca diferencias lo ponen Carrasco, Koke y Griezmann.

El francés ha sido el mejor jugador atlético en las últimas temporadas, siendo el único crack que su libertad la ponía al servicio del equipo, marcando, corriendo y asistiendo en el mismo pack. Por ello, el club hizo un esfuerzo económico increíble para mantenerlo. Por ello, las exigencias y responsabilidades van con su nuevo estatus. Se me hace imprescindible un guiño de agradecimiento en los próximos seis meses volviendo a ser esa estrella con su mono y botas de charol encabezando la manada. Si se tiene que ir, tiene que dejar al equipo en puesto Champions, algo vital para seguir creciendo. A la espera de los jugadores diferentes, seguiremos viendo ese equipo impenetrable, falto de creatividad pero con un orgullo (cojones) que les seguirá salvando a los que quieran seguir conviviendo con la manada.