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Tercer tiempo

Ilusiones amarillas

Ayestarán venía al Bernabéu con un hueco en el corazón. Demasiado ha perdido ya. Y la muy querida UD Las Palmas albergaba la ilusión de llenar ese vacío. Ilusiones defraudadas. Mala época para el equipo más atlántico de LaLiga, de la estirpe admirable de Molowny y de Guedes, perdido allá abajo de la tabla. El Madrid se enfrentaba a otro vacío, que en la primera parte estuvo a punto de hacerse duro de tragar. Pero este equipo es mucho Madrid. Tiene a Isco y tiene a Asensio, el dúo dinámico, que dice Roncero, y esos son valores que en la bolsa del fútbol son como oro molido. Amarillo por fuera y blanco por dentro.

“Todos los déficits”

Es difícil ser de Bilbao y ver cómo al Athletic le marcan tres goles como en el billar, de una tacada. El Celta lo hizo, para desesperación de Ziganda y alborozo de Unzué. Después del alborozo, siesta. Escuchar decir al maestro Segurola, tan bilbaíno, que “todos los déficits” se le manifestaban al Athletic es una prueba de fuego sacada en limpio por tan destacado maestro. Miré a otros, la Real, el Eibar…, y me fijé en algo que dijo el sábado don Luis Suárez sobre el fútbol español desmejorado. Que disculpe el maestro, pero en esos partidos vi, la verdad, fútbol bello, aunque a rachas.

Suárez, equilibrista

Preocupación por la salud de Luis Suárez. Un problema en el pie y la temporada en estado de duda. Él lo afronta con malhumor, se le nota. Hizo algo antes de entrar a jugarle al Sevilla: como un gurusito al que le cantaba su paisano Daniel Viglietti, que nos abandonó el último martes, bajó infantil por los pasamanos, poniendo en riesgo otra vez su cuerpo. El As lo reprodujo; y reprodujo también el gesto, como de dolor, que siguió a su travesura. Y así estuvo todo el partido. El jugador no juega, se duele. Es un difícil equilibrio. Ahora tendrá descanso, y probablemente cirugía.

Una pasión uruguaya

A Viglietti, el autor inolvidable de A desalambrar, me lo presentó Mario Benedetti, el apasionado número uno del Nacional de Montevideo. Un día su editor mexicano puso en la portada de un libro suyo una postal con la bandera del Peñarol. Y fue tal el cabreo del poeta que hubo que retirar y destruir la edición. A don Luis Suárez, leyenda gallega, le habló en Carrusel un joven de ahora sobre “el viejo Barça”. “¿El mío?”, preguntó el maestro. Claro que no, ese “viejo Barça” ya no existe sino en la memoria de Serrat y de Relaño. Y de don Luis Suárez. Ah, y de Gonzalo Suárez, a quien este jueves rindió homenaje el Círculo de Bellas Artes.

Martín Girard

Gonzalo Suárez escribía en Dicen de aquellos tiempos del “viejo Barça” como Martín Girard. Es el maestro de Santiago Segurola, de Ramón Besa, de José Sámano, de Orfeo Suárez…, de todos aquellos que se tomaron en serio la escritura del fútbol. Escribió Los once y uno, un homenaje a esa época. Helenio Herrera era su padrastro, y Luis Suárez y Kubala sus amigos. Kubala jugó con él algún partido, y con Suárez se fue a ayudar a Helenio al Inter. Me habló de aquellas tácticas y de una noticia: a HH le van a poner una plaza cerca de San Siro. Hablar de fútbol con esta gente es mejor que verlo. La pasión no duerme.

Fútbol italianizado

Este don Luis Suárez siempre tiene buenas ocurrencias: se lo dan la experiencia y el sentido del humor. Viendo cómo se agotaba el fútbol del Barça, se acordó de algo que ahora marca el estilo de LaLiga: la mediocridad. Según él, el fútbol español se está italianizando. Quiere decir que se ha vuelto deudor del dinero, que hace defensivos a los equipos, que quieren conservar su posición, no arriesgar. Citó al Madrid, citó al Barça, al Atlético. El Valencia se salva, porque Marcelino no tenía nada que perder. Y arriesga. Es verdad: el fútbol parece ahora el verso repetido de un mal poeta.

La frase

“Si molesto con mi canto/ a alguno que ande por ahí/ le aseguro que es un gringo/ o un dueño del Uruguay”. Daniel Viglietti