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Un World Tour con calzador

El World Tour 2017 puso el broche este martes a la temporada de ciclismo con una Gala de la UCI en China, el mismo día que acababa el Tour de Guangxi, que ganó Tim Wellens. Unos días antes se había celebrado la Vuelta a Turquía, que conquistó Diego Ulissi. Dos dignos corredores en dos carreras de nula tradición ciclista, que han sido incluidas en el principal calendario mundial por un afán de universalización. Es bueno cruzar fronteras y abrir mercados, pero sin inflar artificialmente la realidad del ciclismo, que es un deporte que hierve en unas fechas y en unas carreras muy concretas, todas en Europa. A estas alturas, sólo los aficionados muy especializados siguen estas competiciones. Y ni siquiera todos. El Giro de Lombardía marca el final clásico de la sesión. Y muchos dejamos de pedalear después.

Es verdad que Guangxi y Turquía reparten menos puntos en el World Tour que otras grandes carreras, pero aun así me da la sensación de que están metidas con calzador. Para colmo, el World Tour 2017 llegaba resuelto (de hecho ya estaba resuelto antes de Lombardía), así que ni siquiera ha gozado de ese aliciente extra. El vencedor ha sido Greg van Avermaet, un brillante clasicómano que se ha hinchado a ganar sobre adoquines: Omloop, Harelbeke, Wevelgem y la joya, la París-Roubaix. Una sabrosa cosecha, aderezada por una fina regularidad, que le ha aupado como número uno mundial. Una vez más, el rey del World Tour no coincide con el mejor del año. Con todo el respeto a las clásicas, que me encantan, tiene más valor el doblete Tour-Vuelta de Chris Froome. El Velo d’Or sí se lo ha reconocido.