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Una carrera de valientes

La pelea entre Dovizioso y Márquez en el GP de Japón representa la mejor esencia del motociclismo, un deporte de valientes. El espectáculo que han ofrecido buscando la victoria sobre mojado eleva a un nivel superior el riesgo inherente de las carreras, poniendo en valor virtudes como la superación, el pundonor o la entrega. La caída de cualquiera de ambos era una amenaza permanente a la que tampoco ninguno de los dos quiso prestar atención, en una exhibición de coraje de la que todos disfrutamos. El italiano claramente, le ha cogido la medida al español este año como nadie y para mí supone, lo reconozco, una sorpresa mayúscula: de ninguna manera esperaba que a estas alturas de campeonato, en su recta final, siguiera optando como hoy lo hace al título de MotoGP con la Ducati.

Enorme el atrevimiento de Márquez, no sé si tanto como inteligente. La catástrofe acechaba en cada curva y la suerte ha querido estar de su lado, pero quizá no era el día de jugarse tanto por tan poco. Acabó en el podio como pudo hacerlo en el suelo, una posibilidad que siempre existe en las carreras pero que se incrementa exponencialmente en condiciones como las que Motegi. El estilo de Marc, lo que le hace único, es precisamente éste. No especula, no contemporiza, se la juega siempre y sin concesiones. En ocasiones, como la que nos ocupa, le sale bien y otras no tanto, puede que con la experiencia siga modulando esta gestión del riesgos. Un segundo en Japón no era un mal resultado y sin embargo en su planteamiento sólo entraba ganar aunque se jugaba mucho más que esa victoria, el título estaba sobre el tapete.