Larrea y Lopetegui arropan a Piqué
La flema de Lopetegui ha recibido el refuerzo de Larrea, el hombre que funge de presidente de la Federación mientras esto se aclara. “Piqué no se irá”, dijo ayer rotundamente en su comparecencia pública con ocasión de la firma con la asociación (AFAE) que promueve el fútbol en silla de ruedas. Valoró su presencia y su trabajo y abogó por la normalidad. Lo normal es que en la Selección jueguen los mejores y Piqué es uno de ellos. Siempre se ha portado ejemplarmente en ella. El conflicto que atraviesa ahora Cataluña le llevó a ofrecerse el domingo para dar un paso a un lado y dejarlo. Mejor que no le acepten el ofrecimiento.
Ya sé que no todo el mundo está de acuerdo en esto con Lopetegui y Larrea. A este lado del Ebro encuentro muchos que claman por su expulsión del grupo, a raíz de su postura ante un referéndum ilegal que defendió y en el que participó. Al otro lado del Ebro los más radicales esperarían de él que se fuera por su propio pie, incluso hubieran deseado que no acudiera, que hiciera un desplante cuya repercusión internacional hubiera sido tan grande o mayor que ese partido a puerta cerrada del Barça con Las Palmas. Es fácil lanzar bravatas. Menos fácil es lidiar después con las consecuencias. Por fortuna, Piqué sigue ahí.
No es que arregle gran cosa que Piqué juegue este partido. Probablemente se enfrentará a pitos en Alicante, que ojalá no excedan límites previos. Pero lo que sí desarreglaría más aún las cosas sería que le echaran o se fuera del grupo. Y no se trata sólo de tener o no tener a un gran central para un partido decisivo o no decisivo. Se trata de preservar en lo posible el espacio de la Selección, que sobrevivió a Mourinho y a la tormenta de Clásicos y que al menos, mientras llegan días mejores, nos permite mantener un punto de encuentro. Si Piqué está ahí, dispuesto a escuchar el himno y a jugar con el escudo, es que no todo está roto.