Estadio vacío, esqueleto de multitud

Después de una mañana de discusiones, el Barça-Las Palmas se jugó a puerta vacía. Para algunos será lo de menos, después de todo lo que pasó ayer, pero no se puede despreciar la fuerza icónica del fútbol. En ese partido jugaba Messi y se televisó a 178 países. Los tremendos disturbios que sacudieron ayer a Cataluña habrán ocupado sus espacios informativos por todo el mundo. Messi jugando sin público por la supuesta imposibilidad de que hacerlo en circunstancias normales puede ser visto como algo de valor cero al lado de tanto golpe y tanto herido. Pero es un cero a la derecha. Decuplica el eco de los hechos.

Quizá este partido hubiera podido ponerse el sábado. Quizá hubiera sido mejor, ante la actitud pasiva de los ‘mossos’ y el temor a que grupos radicales invadieran el campo, aplazarlo. Quizá Bartomeu, que estuvo horas sin saber qué hacer y al que dimitieron tres directivos, podría haber mostrado mayor firmeza. Quizá Ramírez no debería haber concebido la idea de estrenar bandera española en su camiseta justo el 1-O en el Camp Nou. Quizá, quizá, quizá... El fútbol nació para la alegría y para el encuentro entre diferentes, pero quizá en ocasiones así no podamos pedirle tanto. No podemos pedirle la lucidez que el resto del país no ha tenido.

Un estadio vacío es un esqueleto de multitud, escribió Benedetti. La multitud se quedó fuera, en la puerta, salvo un independentista que se coló y saltó al campo. Hay fotos de él en la grada, con su camiseta fosforescente y su bandera, y luego en el campo. Una gotita ácida en un partido silencioso, vacío, que ni siquiera consiguió llenar Messi con sus dos goles. Luego no se jugó el Nàstic-Barça B, como se dejaron de jugar todos los partidos de la Federación Catalana previstos para la tarde. El fútbol atrapado por los sucesos del día. El fútbol no da soluciones, pero sí puede dar alegrías. Ayer, no. Ayer, en Cataluña, le alcanzaron la tristeza y la rabia.