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Algo huele mal en los Juegos

Lo que comenzó como un acto de resarcimiento, de justicia histórica hacia Sudamérica que se visualizó en el mapamundi del presidente Lula mostrando en Copenhague un continente yermo de Juegos, se ha convertido en una pesadilla para el Comité Olímpico Internacional. Al lado de Lula, en ese glorioso día de 2009, estaba Carlos Arthur Nuzman. El hombre que hoy ha tenido que declarar ante la Policía Federal brasileña por, presuntamente, alentar la compra de votos para Río, no es un cualquiera. Presidente del Comité Olímpico Brasileño, del Comité Organizador de Río, miembro de la Asamblea del COI que sólo abandonó en 2012 por llegar a los 70 años, integrante de la Comisión de Evaluación de Tokio 2020... Un miembro de pedigrí del aparato olímpico.

Como lo era Frankie Fredericks, presidente de la Comisión para el 2024, que el mismo día de la elección de la capital carioca recibió en una cuenta en las Seychelles casi 300.000 dólares. Ingreso procedente del hijo de Lamine Diack, el corrupto expresidente de la IAAF y exmiembro del COI, que a su vez era parte de una transferencia de 1,5 millones que realizó el empresario Arthur Cesar de Menezes, que aparece vinculado ahora a Nuzman. El juez francés Renaud Van Ruymbeke tira del hilo y salen peces gordos. Por cierto, Madrid perdió frente a Río en el mano a mano final en Copenhague por 66-32. Después los Juegos de 2020 se los llevó Tokio y Van Ruymbeke también ha extendido sus investigaciones a ese proceso, en el que volvió a caer Madrid. Ya no sirve patalear, pero algo huele mal.