NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

El FIFAGate alcanza a Sandro Rosell

España se despertó ayer sobresaltada con el anuncio de la detención de Sandro Rosell, y el profundo registro de su casa, que al tiempo es sede de sus actividades empresariales. Se trata, según todas las informaciones, de una derivación del FIFAGate, esa convulsión que volteó a Blatter del máximo organismo del fútbol mundial. Rosell estaría implicado en el blanqueo de 15 millones de euros, vía su amistad peligrosa con Teixeira, el hombre que ha movido los hilos del fútbol en Brasil. El paso de dineros oscuros del fútbol por Estados Unidos dio lugar a la intervención del FBI, que se saldó con una cadena de detenciones.

Esto viene a ser una réplica del terremoto. Al Barça sólo le afecta tangencialmente, pues Rosell ya no pasa de ser un expresidente. Incluso ahora se entiende, y hasta hay que agradecer, su intempestiva retirada. Pero no deja de ser cierto también que sus contactos en Brasil le auparon a la presidencia. El contrato con Nike y el fichaje de Ronaldinho fueron los logros que le auparon ahí. “No os fallaré”, anunció. Luego se dedicó a hacer en cada caso lo contrario de lo que hubiera hecho Laporta, fuese con Cruyff, Guardiola o cualquier otra cosa, hasta que se escabulló de un día para otro, sin dejar explicaciones convincentes que lo justificaran.

Para su sucesor, que lo es en virtud de haber sido su vicepresidente, es un golpe, aunque puede temer alguno peor, según se desenlace el caso Neymar, en el que ambos están implicados, o se complique la pista de Qatar. Para el barcelonismo de bien es un contratiempo inesperado, un cierto bochorno, porque se trata de un muy reciente presidente del club. Para el fútbol en general también lo es. Asistimos en este tiempo al descubrimiento de las malandanzas de muchos aventureros de fortuna, y por desgracia tenemos que admitir que muchos de ellos estaban cómodamente instalados en el fútbol. Todo presunto, claro. Pero convengamos que pinta muy mal.