Dos laterales de magnitud histórica
El Madrid está decidido a mantener sus costumbres hasta el final de temporada. Las buenas y las malas. Una buena costumbre es ganar, y de eso sabe bastante el equipo. Con el as en la manga que significa el partido aplazado de Balaídos, el Real Madrid tiene a mano el título de Liga. Necesita el campeonato para acreditar que también funciona en los largos recorridos y no sólo en las distancias cortas. Desde 2008, ha conquistado una Liga. Se antoja muy poco bagaje para un club con tantos recursos deportivos y económicos. Entre sus sospechosos hábitos destaca uno que se repitió frente al Valencia: el descontrol y la obligación de abocarse a finales angustiosos.
La victoria se produjo en el minuto 85, poco después de recibir el gol del Valencia, tras una dura falta de Casemiro, que volvió a salir vivo del encuentro. El excelente jugador brasileño ha estado en el alambre de la expulsión en tres de los últimos cuatro partidos: contra el Bayern, Barça y Valencia. Marcó Parejo y el gol fue un acto de justicia para el Valencia. Jugó con la soltura que le ha faltado durante toda la temporada. Es un equipo sin definir, sometido a un alboroto constante, pero con varios jóvenes que apuntan maneras. Soler es uno. Lato, otro. A partir de ellos, el Valencia tiene una excelente plataforma para progresar.
El Madrid ha logrado 17 de sus 81 puntos en los últimos 10 minutos de los partidos. Es un porcentaje elevadísimo para un líder. Han sido tantos los equipos que le han comprometido que el desgobierno se ha hecho norma. El Madrid impone menos la fiabilidad que su capacidad agonística, o eso dice su trayectoria. De la jerarquía se encargan los jugadores. Y más que nunca, sus laterales.
Hace tiempo que el fútbol ha concedido un rango importante a los laterales con vocación ofensiva, especialmente en los grandes equipos. El Real Madrid encontró una mina con Roberto Carlos, un ventilador extraordinario del juego. Lo mismo sucedió con Alves en el Barça, donde la ausencia del brasileño invita a la nostalgia en cada partido. La importancia de Marcelo es tan significativa como la de Roberto Carlos. Su gol contra el Valencia señaló de nuevo el papel decisivo de un jugador que añade otra cualidad más: su heterodoxia.
Marcelo es importante siempre, pero sus características resaltan más en lo que ahora se llama primera unidad. Es decir, el equipo titular de toda la vida. Cualquier aficionado del Real Madrid sabe cuáles son los titulares y los suplentes. Si al hincha medio le preguntaran por el equipo que jugará contra el Atlético de Madrid en las semifinales o en la posible final de la Copa de Europa, acertaría 10 de los 11 jugadores. La única duda sería Varane o Pepe.
El equipo titular del Real Madrid es bastante más rígido en su juego que el suplente. Es funcional y bastante previsible. Desde la izquierda, Marcelo aporta sobresalto, creatividad y un saludable punto callejero. Pocos jugadores en el mundo generan tanto desconcierto en los rivales. Es curioso su papel. Es un defensa que sufre defendiendo y marca las distancias de los cracks atacando.
En el otro costado, Carvajal es igual de esencial que Marcelo. Es menos divertido, pero su impacto en el ataque es tremendo. Frente al Valencia, cruzó el perfecto centro que precedió al gol de Cristiano. Carvajal no engaña como Marcelo, pero su insistencia es feroz, y sus recursos mejoran temporada tras temporada. En un club que ha dispuesto de buenos, pero no sensacionales laterales derechos, Carvajal se acerca a toda máquina a una consideración muy especial: la de mejor defensa derecho en la historia del Real Madrid.