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El Bayern era para mí insoportable

Sucedió en los tiempos duros con el Bayern. El equipo que me amargó más de una noche de mi niñez y mi adolescencia. Con diez añitos me quitaron una posible final de la Copa de Europa, tras empatar en Chamartín (1-1). Roberto Martínez con la nariz rota y el Loco del Bernabéu sacudiendo a Linemayr. Y en la vuelta, 2-0, a casa y Amancio expulsado en su último partido europeo con la camiseta que había honrado durante tantos años. Lo vi (y sufrí) por la tele. Once años más tarde, me compré mi entrada y me fui al Bernabéu para soñar con un imposible. Dos semanas antes nos habían goleado en Múnich (4-1), en la triste noche del pisotón de Juanito a Matthäus. Pero en el día de la vuelta (22-4-1987) en la portada del AS se publicó el reportaje de la paz entre ambos. ¡Qué subidón!

Al Bernabéu llegué con mi padre y unos colegas más blancos que la leche entera (El Chato, Nacho, El Apimpa, Toñín, Javi, Rafa Corredera, Miguelito, nuestro añorado Juan...). Habíamos visto las milagrosas remontadas con el Anderlecht, el Borussia y las dos del Inter. Todo nos parecía posible. Santillana marcó en el 27’. Y Augenthaler agredió a Hugo y fue expulsado. Al irse del campo, nos dedicó unos cuernos indisimulables. Soltamos tanta adrenalina y generó tanta rabia el gesto en la grada que eso desactivó al equipo. Nos olvidamos del fútbol y creímos que esto era sólo una cuestión de honor. Bronca tras bronca. Pero del 1-0 no pasamos. Sí. Otra vez el maldito Bayern...