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El efecto Champions en Sevilla y Barça

Disfrutó el Barça ante el Valencia. Disfrutó e hizo disfrutar, y además la intensidad y seriedad del Valencia le dio rango al partido. El Valencia no se rindió, igualó dos veces y mantuvo el 3-2 hasta el final, impidiendo que se cerrara el partido, al que la sombra de un posible empate dio el mayor interés. Sólo bajó el telón muy poco antes de cumplirse el tiempo, cuando Neymar hizo la gran jugada de un partido lleno de grandes jugadas. Una larga carrera de extremo, enseñándole el balón a Garay para escondérselo de nuevo, así hasta llegar al fondo y regalarle a André Gomes una perita en dulce para compensarle de los pitos con que fue recibido.

Un bonito cierre a un bonito partido en el que vimos a Iniesta otra vez bien, con soltura, visión y esos regates suyos tan de patinador. Messi hizo sus brujerías, Luis Suárez percutió, todo el estadio estuvo en resonancia con el buen juego, como si la noche del PSG no hubiera terminado de terminar todavía. Al verse ‘readmitido’ en la Champions, si puede decirse así, el Barça ha vuelto a su ser. Juega con optimismo, disfruta en torno a Messi, le bajan ánimos desde la grada y hasta ocurre el milagro de que el denostado André Gomes, al que casi se daba por inservible, se apunta en éxito de hacer el ansiado gol final.

A primera hora habíamos visto el efecto contrario en el Sevilla. La Champions le ha matado. No hay ni rastro de aquel equipo dinámico, agresivo y optimista que veíamos hace poco. Fue un juguete en manos del Atlético, que se colocó a dos puntos y ya ve la tercera plaza a mano. Griezmann estuvo en estrella, compareció por fin Torres y el Calderón les ovacionó a él y al Cholo por igual. El partido fue una fiesta para los atléticos, con un sol reventón y unas gradas felices, y un martirio para el Sevilla, que sangra por esa eliminación de los dos penaltis fallados y los tres tiros al palo. Ya saben: el fútbol es un estado de ánimo.