Paco Blázquez 'for president'

Francisco Blázquez repetirá como presidente del balonmano español. El próximo uno de diciembre prácticamente se le proclamará en el COE casi por aclamación, porque es el único candidato al puesto, y porque ha presentado 88 de los 89 avales posibles. Sólo le faltó el del Barcelona, por, según se dice, cosas del club, que no apoya a nadie en los deportes en los que tiene secciones, y así se evita la descortesía de decir a unos que no, y a otros que sí.

La realidad es que en general al balonmano español, en estos últimos cuatro años, no le ha ido bien, pero tampoco tan mal como pintaba. Y lo cierto y verdad es que Blázquez ha oficiado con acierto de salvavidas, porque si alguien necesita un comercial para una empresa en crisis, él es su hombre. Vende tan bien el producto que ha sido capaz de generar recursos cuando parecía imposible, tanto que ha conseguido extinguir una deuda que amenaza con estrangular al estamento federativo.

A Blázquez hay que aplaudirle la gestión, y que haya sido capaz de que la imagen de las Selecciones se mantenga en la televisión, tenga prestancia e interés para las firmas comerciales. Y tampoco está mal el felicitarle porque haya conseguido apaciguar las relaciones con la Asobal, y que vayan más o menos de la mano por el interés del deporte. De hecho, es la Federación la que gestiona alguno de los patrocinadores de la Liga.

Tiene oscuros su gestión, claro, como el haber sido el presidente que no ha ido con la Selección masculina a los Juegos Olímpicos en cuarenta años. Y tareas más que a mejorar, a iniciar por fin: que Madrid tenga un gran equipo de balonmano, por lo que representa mediáticamente; que España deje de ser un país exportador para disponer de una competición propia de mayor nivel; de mejorar el nivel femenino porque ya se agota la generación que ha hecho grande a las Guerreras. Ya sé que todas esas tareas no dependen del presidente de la Federación Española, pero ahora que la calma preside su gestión, debería plantearse retos importantes más allá del trámite de que las cosas vayan bien.

Un presidente grande realmente sólo lo puede ser con ambiciones aún más grandes. Para andar por casa ya sabemos que saca nota. Queda por saber si realmente los 88 avalistas lo hacen por un gran presidente.