Ganó la Creu de Sant Jordi

Diez minutos tardó Caicedo en redimirse tras la archiconocida expulsión ante el Eibar. Lo que tardó en avanzar al Espanyol en una Supercopa de Catalunya que los pericos dignificaron una vez más ante un Barça que, sí, desplegó a su segunda o tercera unidad, pero tenía depositados más millones sobre el césped —vayan sumando lo que costaron Alcácer, Turan o André Gomes— de los que se han gastado en la entidad desde 1900. Concretamente desde que se fundó para formar un equipo de jugadores de aquí en contraposición a otros extranjeros, y hasta este martes por la noche, en que lucieron los pericos la camiseta con la Creu de Sant Jordi, que es el recambio de esta temporada a la blanquiazul de siempre en honor al escudo de armas de Roger de Llúria.

La misma catalanidad que, aun sin pitar himnos, exhibir banderas ni corear los minutos 17:14, ha mostrado el Espanyol en los últimos años acudiendo a la Val d’Aran, a Peralada, a un amistoso contra el fuego en el Empordà o las causas sociales casi diarias que se atienden entre Sant Adrià, Cornellà y El Prat. Y, al fin, disponiendo en el Nou Estadi un equipo repleto de jugadores técnicos como Jurado, Reyes, Sevilla, Roca o Melendo, un debutante con mucha chispa y descaro. La Supercopa no da dinero —y por eso otros la menosprecian y hoy le restarán importancia— pero sí oportunidades. Y en Tarragona, desde Roberto a Caicedo, las aprovecharon.