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Vivir para contarlo

Lo más conmovedor de la entrevista que Iniesta tuvo en ‘El Larguero’ de Manu Carreño fue la naturalidad. Cuando habló con sus amigos de la infancia, cuando se encontró por teléfono con aquellos que le ayudaron en los malos momentos, cuando se sintió perdido en el mundo nuevo que era La Masia, cuando se refirió a sus padres, y cuando aludió a esos momentos en los que el abismo de vivir lo sumió en una depresión que no parecía tener retorno… Cuando habló de eso, de la vida vivida, Iniesta fue un hombre sin afectaciones. Su atributo en el campo, la sencillez, fue su atributo ante los micrófonos.

La insistencia con que quiso hacer el libro, que lo llevó a llamar a sus compañeros en la aventura, Ramón Besa y Marcos López, en la altas madrugadas, revela no sólo a un hombre que no deja nada al azar, sino a alguien que entendió que esa necesidad de contar era una forma de prolongar su ejemplo deportivo, humano, ante muchachos que, como él, cifraban su futuro más en el juego que en la gloria. Fue una entrevista emocionante por eso, porque el retrato que sale de ahí es rabiosamente humano; no hay ninguna atribución de méritos, sino la exposición abierta del corazón vivo de una persona que, cuando se despida, habrá dejado atrás este libro como una confesión poco común en este universo de egos pulimentados por la suficiencia que da el dinero.