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La villa olímpica humaniza a los dioses

Jesús Mínguez ha sorprendido a Djokovic en la cola del autobús de las instalaciones del tenis, después de su derrota ante Del Potro, para regresar a la villa olímpica, y ha dejado testimonio gráfico de ello. Ni coche oficial, ni gaitas, al contrario de lo que sucede en cualquier torneo de la ATP. Djokovic en la villa olímpica es uno más. En la villa hay tantos campeones, que no se hacen concesiones con ninguno. Tampoco se podría. ¡Son 28 Mundiales celebrándose simultáneamente! Y cada uno con sus dioses particulares.

Quien quiera trato de favor se tiene que ir de la villa. Como han hecho los jugadores estadounidenses del equipo de baloncesto. Se alojan en un barco seis estrellas, cuyo precio por persona para un crucero de una semana por el Mediterráneo alcanza los 5.000 euros. Pero son la excepción. La mayoría de los grandes deportistas prefiere la villa. Nadal hasta repite. Como nuestros NBA, que también disponen en sus equipos de toda clase de comodidades, pero llegan los Juegos y quieren ser como los demás.

La villa humaniza a las figuras, porque renuncian a los privilegios de los que gozan. Algunos lo quieren vivir como experiencia; Sergio García es uno. Llegó a Río en avión privado, y del aeropuerto se fue a ocupar su modesto apartamento en la villa, compartiendo mesa y mantel con quien le toque en ese momento, previa larga espera en la cola del buffet. A todos les acaba gustando la experiencia, con las incomodidades que conlleva para quien no esté acostumbrado. Al fin y al cabo no deja de ser un regreso a los orígenes.