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Todos somos Cristiano

¡Viva Portugal! Asistí a la hazaña en un rincón de Madrid, el restaurante Fado de Las Tablas, abarrotado con 225 portugueses ilusionados con un sueño que parecía quimérico. Nunca habían ganado una Eurocopa. La gloria nunca les había dejado un hueco. Y el destino se la debía. A él y a Cristiano, ese niño que con 17 años lloró de rabia cuando perdieron ante los griegos la final de 2004. Pero Portugal ha crecido. Es un país con once millones de corazones que empujaron a once leones que se dejaron la vida en Saint-Denis. Empezando por su gran capitán, Cristiano, al que retiró prematuramente de la batalla una entrada horrenda de Payet. Así no se ganan las finales. Eso merecía un castigo. Y lo tuvo. Las lágrimas de Cristiano inundaron de orgullo a los guerreros de Fernando Santos, un entrenador que ha impregnado a su selección de una palabra clave en la vida y en el fútbol: ORGULLO. Desde la retirada de Cristiano vimos cómo los dragones rojos se vestían de héroes. Rui Patricio volaba como si fuese Yashin, Arconada y Keylor en una sola pieza. Pepe mutaba en Beckenbauer y Baresi con una actuación descomunal. Renato no se arrugaba. Quaresma hacía de Cristiano. Nani volaba como cuando tenía 17 años. Emocionaba ver tanto arrojo ante Les Bleus, que tiraban de empuje de anfitrión, pero sin la fe de los llamados a escribir una página de oro en sus vidas. Todo resultó maravilhoso...

Los himnos. Los vecinos del Oeste empezaron a ganar la final desde la ceremonia de los himnos. Este que van a leer ahora se comió literalmente a La Marsellesa. Impresionante cómo cantaron a voz viva los portugueses esta letra, escrita por Henrique Lopes de Mendonça en 1890: “Heróis do mar, nobre povo, Naçao valente e imortal, Levantai hoje de novo, O esplendor de Portugal! Entre as brumas da memória, Ó Pátria, sente-se a voz, Dos teus egrégios avós, Que há-de guiar-te à vitória! Às armas! Às armas! Sobre a terra, sobre o mar! Às armas! Às armas! Pela Pátria lutar! Contra os canhones marchar, marchar!”. No hace falta traducción. ¡Viva Portugal!

Heroico Rui Patricio. Griezmann erró un cabezazo imposible de fallar. Y a partir de ahí Rui Patricio dio un máster que fue minando la resistencia de los pupilos de Deschamps, de moral quebradiza y espíritu cuestionable. Las Eurocopas se ganan con fútbol... y coraje.

Eterno Cristiano. Al inicio de la prórroga apareció el más grande, el mejor futbolista del mundo, el futuro BALÓN DE ORO. Llevaba la rodilla izquierda con un fuerte vendaje. Como El Cid después de muerto, irrumpió para animar a sus compañeros. Una imagen que dará la vuelta al mundo y que destruirá ese empeño por convertirle en un ciudadano ególatra. Cristiano es un hombre con alma de niño y sintió el triunfo como el primero de los portugueses. Su espíritu enardeció a su tropa.

El éxtasis. Cuando saltó Eder al campo, en el Fado brotaron las dudas. Hasta que Luis Loureiro, un chaval portugués nacido en Celorico Beira, me susurró al oído: “Roncero, le han criticado mucho y justo por eso meterá el gol de la victoria. Ya lo verás”. No hace falta que les diga cómo vivieron mis amigos el triunfo final. Paulo lloraba junto a su niño Diego (con cuatro añitos sabe de fútbol como si tuviera 34) y las camisetas de Cristiano, Figo, Futre y Eusebio se fundían en un sentimiento común. Va por todos ellos. ¡Viva Portugal! ¡Viva Cristiano!