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Finito. Se acabó el sueño. El maravilloso repaso a Turquía en Niza fue puro espejismo. Tumbar a la banda de un decadente Arda Turan nos llevó a un terreno equívoco. Quisimos creer que aquello era un revival de la España gloriosa y triunfal de Viena, Johannesburgo y Kiev. Pero la realidad era bien diferente. Y Croacia e Italia se han encargado de recordárnoslo. Sin miramientos. La ‘Edad de Oro’ llegó a su fin. Como los buenos perfumes, sólo nos quedan gotitas de Iniesta (de más a menos), Silva (ídem de ídem), Cesc (ni eso), Ramos (una de cal, dos de arena...), Piqué (buscó el gol salvador hasta el final), Busquets (la gasolina no daba para más), Juanfran (Bellerín debió darle descanso en algún partido)... No se puede vivir nunca mirando el retrovisor. Y eso nos ha pasado en estos cuatro últimos años. En 2012 metimos 4-0 a Italia en la final de Kiev. Fútbol de orfebrería. Y eso que jugábamos sin un nueve puro. Pero en esa época sí que éramos dueños del balón. Los italianos miraban y aprendían. Tomaron nota. España era superior técnicamente y físicamente. Esa presión que hacíamos nos permitía recuperar el esférico en tres segundos. Pero ayer, en París, los nuestros parecían reproducciones de la Torre Eiffel. Plantados como un pino. Los italianos volaban, se adelantaban, mordían, proponían, creían, podían... Nos ganaron hasta en la camiseta. Ellos iban con su azzurra, imperial, azul imponente. La Italia de toda la vida. Nosotros, empeñados en ese blanco estampado con un huevo frito que deriva casi en un arroz a la cubana. Mucho márketing y mucho clin clin caja. Seguro. Pero cuando está en juego la imagen de una gloriosa nación y los sentimientos de todo un pueblo, el negocio me parece que sobra. Hasta en eso hemos perdido identidad...

La canción sin eco. Sergio Ramos y la Niña Pastori nos dejaron una bonita composición musical antes de la Eurocopa: “Gritaremos con más fuerza una vez más, vamos a ponerle ganas. Pon tu alma, pon tus sueños a volar, ganaremos la batalla. Sobre el campo y el terreno está el color que nosotros defendemos. Por La Roja moriré, soy español, con orgullo lucharemos. Soñaremos por ti, lucharemos hasta el fin y te haremos sentir que La Roja juega en casa. La, la, la...”. Suena estupendo señores, pero cuando ves repetido en el vídeo los errores de la tarde dramática de Burdeos (penalti fallado de Ramos y gol absurdo de Perisic) y el infame primer tiempo de los nuestros en Saint Denis, te das cuenta de que una cosa es cantar y otra dar el cante.

Lucas Vázquez... ¡por fin! Los veinte minutos que tuvo el extremo gallego fueron tan ilusionantes que te da más rabia que no haya tenido más protagonismo. Hay cosas que se ven de lejos. Comprendo que Del Bosque, que sabe un millón de veces más que yo de fútbol, entendiese que es mejor apostar por un once-tipo. Pero cuando ves cómo juega Lucas Vázquez te ves obligado a cambiar el guión de la película. Este chaval fue clave en el happy end del Madrid y lo hubiera sido de la Selección si hubiese dispuesto de más minutos. Desborda, finta, amaga, desborda, se atreve y descoloca al rival. Una joya con escaso escaparate...

Del Bosque, gracias. Yo me quedo con todo lo que nos dio. Que fue mucho. Un Mundial (el único de nuestra tormentosa historia) y una Eurocopa. Un tesoro. Cierto que el batacazo de Brasil y caer en octavos en Francia ha afeado su hoja de ruta. Pero hizo historia. Y eso pocos pueden decirlo, míster.