Bud Collins, el color del tenis


Por Leopoldo Iturra

TENIS

No hay ningún deporte aparte del tenis en donde un periodista sea reconocido y reverenciado por los jugadores de todas las latitudes y categorías.

Bud Collins, quien sabía mucho de tenis, era carismático y al mismo tiempo respetado por todo el mundo (una combinación casi imposible de lograr), tuvo la cualidad de salirse del perfil del flemático reportero que escribía columnas para Boston Globe y le demostró al mundo que ser serio no es necesariamente sinónimo de ser aburrido.

Mucho antes de que Andre Agassi apareciera con los jeans recortados y camisetas fosforescentes, Collins rompió los esquemas en la publicidad de una bebida cola. John McEnroe aparece comentando un partido en Wimbledon y casi se va de espaldas cuando ve al viejo Bud con unos pantalones floreados. De ahí en adelante, esa prenda fue su marca registrada. Siempre los llevaba puestos, aunque para arriba usara saco y corbata.

Collins se convirtió en un referente del tenis mundial. Comentarista estelar de las cadenas estadounidenses, tenía otro rol más allá de ser la biblia de la raqueta. Le aportó color a un deporte que hasta entonces vestía de blanco. Un ingrediente que le ayudaría a competir de igual a igual con shows consagrados como el fútbol (el americano y el nuestro también) o la entonces incipiente NBA.

Gracias a eso se ganó un lugar en el Salón de la Fama del Tenis, como si fuese uno más entre los grandes campeones de todos los tiempos.

Varias veces conversé con él. Una de ellas fue en el US Open de 2006 y lanzó una sincera frase que lo retrataba como un gran tipo y que, de paso, me sirvió para escribir un artículo para el periódico chileno donde trabajaba.

"Nunca me llevé bien con Marcelo Ríos, porque era maleducado y respondía mal. Pero hoy debo reconocer que lo extraño. Es uno de los mejores jugadores que vi en mi vida y no me avergüenzo de decir ahora que me encantaba ver sus partidos", fue su confesión.

El tenis extrañará a uno de sus genios. No usaba raqueta, no servía ni devolvía, pero le aportó color a un deporte que hasta ese momento era opaco.