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Piqué nos hace añorar a Puyol y a Xavi

Habló ayer Piqué en Japón, en conferencia de prensa, y esta vez no rompió nada, pero me dejó la sensación de esconder la mano tras haber tirado la piedra. Ya no sé que es peor. Va de estupendo que dice lo que le viene pero no tiene la gallardía necesaria para recoger velas cuando mete la pata. Recuerdo que Juanito sí la tenía. Metió la pata unas cuantas veces, pero en su haber también están algunas de las expresiones de arrepentimiento más sinceras que hayamos podido registrar. Hasta ahí no le alcanza a Piqué. Es demasiado estupendo como para admitir que ha cometido este o aquel error.

De Piqué me gustó la forma en que separó sus gamberradas para con el Madrid de su papel como internacional español. El tema Madrid-Barça me parece más manejable que la cuestión del separatismo catalán y esa línea que estableció nítidamente un día fue sana. También me gusta, y a quién no, como futbolista. Pero al otro lado de la balanza están tantas actitudes desagradables, no todas, por cierto, relacionadas con el Madrid. Se condujo de manera impresentable con un Policía Municipal (aquello fue horroroso), escupió por detrás a Pedro Cortés, tiró bombas fétidas en no sé que aviones...

Y las cosas del Madrid, que todos recordamos, en las que ha ido más lejos que nadie en un siglo largo de rivalidad. En la última se saltó todos los semáforos, al hacer de menos a Arbeloa, un compañero de oficio. La explicación-no-explicación de ayer le degrada todavía más. Excelente jugador, empieza a ser un personaje singularmente degradado en un mundo del que se esperan buenos ejemplos. Claro, algo tenía que haber en él cuando sus compañeros no le eligieron entre los cuatro capitanes. Este de hoy aún es un gran Barça, pero sin Puyol ni Xavi puede perder aquellas tan nobles pautas de conducta.