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Messi frente a la pasión copera del Athletic

Bonita final y tercera vez que se produce en seis años. Mérito sobre todo del Athletic de Bilbao, claro. Que el Barça llegue a finales es natural en esta época. Otra cosa es lo del Athletic, que a estas tres finales suma otra de Europa League. Me gusta. En estos tiempos post-Bosman en los que es cada vez más fácil traer jugadores de donde sea, el viejo y querido Athletic Club sigue flotando agarrado a lo suyo. ‘Caso único en el fútbol mundial’, dijo un día L’Equipe y esa frase se tiene como emblema en Bilbao. Y no es un fósil de otro tiempo, es un equipo que compite, llega a finales, juega en Europa...

Hoy el favorito es el Barça, claro, pero el partido hay que jugarlo. Frente al gran Barça de estos días, con su afinadísima delantera, el Athletic puede oponer, sobre todo, su indesmayable entusiasmo por esta competición. De ahí le llegan sus mejores recuerdos, entre los que destaca aquella final de ‘los once aldeanos’, todos vizcaínos, de Carmelo a Gaínza, que en 1958 le ganó en el Bernabéu la final al Madrid de Di Stéfano, campeón de Liga y de Europa ese curso. Ese entusiasmo se verá hoy en el Camp Nou, donde el Barça jugará por primera vez con mayoría de aficionados del rival en las gradas.

Si a ese entusiasmo se suma algún despiste del Barça, puede haber partido. Jugar una final en casa no es tan motivante como hacerlo en otro escenario. Tampoco para el aficionado. A una final no se va en metro, eso es para cada domingo. Una final tiene el sentido de algo extraordinario, y eso empieza por el disfrute del viaje, del escenario distinto, factores que movilizan la emoción. Claro, que frente a todo eso estará el Barça con su equipo de gala, su ambición de triplete y un Messi pletórico, menos eléctrico que el de hace dos años, pero más consciente y largo en su juego. En fin, toda una final.