Alonso está acabado

Somos el último instante. Nada sirve. Ni siquiera los recuerdos. Caminando por el paddock del insultante circuito de Bahrain, Fernando Alonso mira hacia el frente, mirada perdida, de camino a la parrilla de salida, de repente se da cuenta del gesto del amigo, gira la cabeza y levanta el dedo pulgar. Sigue camino. Y veo a una leyenda del deporte mundial marchar hacia su coche para volver a jugarse la vida. A los pocos minutos se sube a un monoplaza gris que no parece un McLaren sino el bólido de uno de esos equipos nuevos que desaparecieron para siempre en el olvido de un deporte cruel. Gris.

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Mientras, su compañero de equipo se ha quitado ya ese mono blanco ausente de patrocinadores y charla con su mujer en la soledad de la caseta del equipo, sólo las camareras de la escudería capaces de ser felices en un velatorio acompañan a la pareja. Ron Dennis sonríe de lado, debe ser incapaz de completar el gesto quien no tiene corazón, y habla con un personaje de la familia real de Bahrain como si se contaran chistes sin gracia.

Empieza la carrera y el piloto español, ese que todos consideran el mejor, ese al que miran con pena y condescendencia incluso algunos atrevidos lucha contra un coche menor en el inicio que promete alegrías futuras. Ese niño será alguien cuando crezca: Pero de momento apenas sabe andar y se cae con dar tres pasos. Así están las cosas. Sale el 14 acaba el 11. Ya. Acaba cansado. Paciencia. Palabra tatuada.

Alonso, el tipo que revolucionó el deporte en nuestro país, ese el que tantos odian porque quizá les pone en el espejo de su propia mediocridad, al que solo conocen por las palabras mal dichas en algún momento, el que han visto por esos medios que no reflejan eso tan importante en Periodismo llamado contexto, historia, ambiente, realidad exterior.

Alonso, el borde, el que contesta mal, el que siempre echa la culpa a sus mecánicos, el que nunca asume errores, el arrogante y presuntuoso, el que se cree mejor que los demás. Ese que han querido vender los que nunca han estado con él o estuvieron una vez para pedirle una foto o un autógrafo o una palabra, ese al que en realidad admiran, ese al que ahora llaman acabado y hacen bromas sobre su mala suerte. Ese es un superviviente en un mundo de fango más allá de los brillos, de las luces y los focos. Más allá de la velocidad parece haber encontrado la verdad. Y está de nuevo en la lucha.

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Pero sí, es un acabado. Alonso dejó el equipo más laureado de la historia de la Fórmula 1 para irse a un proyecto que está bajo tierra. Ferrari por McLaren. El Milán por un Manchester United que juega en Segunda. Para que lo entienden los del fútbol y tal... Ya le vale. No tiene ni idea. Si es que no se tenía que haber ido. Ahora estaría... ahora tendría... Estamos en un universo de adivinadores del futuro que no tienen presente. Vivimos en un país donde la valentía es un bien escaso y ni siquiera los que se lo pueden permitir son capaces de aprovechar el momento.

¿Alguna vez ha pensado en lo que harían en la siguiente hora si supieran que es la última de su vida? Pues eso es precisamente lo que deberían hacer porque de hecho no saben si lo será. Así de simple. Y ahí reside las razones de Alonso. Creo.

Y está también eso de la edad. Ya está mayor, le queda este año y otro si acaso. Miren les aseguro que Alonso con 40 años y el mejor coche gana el Mundial. Sin duda. Y Hamilton. Y Vettel incluso. La F-1 actual no tiene una exigencia física tan grande como antes y además el español mantiene un plan de entrenamiento que le permite mantenerse en forma. Como Button, por cierto. Pero quizá sí, esté acabado ya. No tenga talento. Ninguno. Ni coraje. Ni valor. En fin.

Pero es fácil sí, ahora que de repente y sin que nadie se explique muy bien los motivos, Ferrari vuelve a tener un coche competitivo. Pero el recuerdo es como un suspiro, se va, aunque deja el sonido del alma para quien lo quiera escuchar. Los que se quedan ahí en la superficie solo ven que Alonso está con los últimos mientras Vettel gana carreras y Raikkonen está en el podio, y cerca de los Mercedes y hay un tal Arrivabene que sale en la tele cada rato como si celebrara un gol, y ahora alguno que viste de rojo dice que Fernando ya no es el mejor. Y tantas cosas. Al menos muchos de esos reconocen que con este coche Alonso lucharía por el título mundial.

Pero si vas más allá recordarás las falsas promesas, los coches que fueron brillantes porque los dominó un campeón, los resultados que no merecían, el hartazgo, las etapas que pasan en la vida. ¿Cuantos de nosotros somos capaces de darnos cuenta de que algo ha terminado? ¿De girar nuestra vida para volver a sonreír? Es mejor quedarse en la comodidad. Es mejor ser tercero que intentar ser primero, ser primero que intentar ser campeón. ¿O no? No. Es preferible escuchar la mierda caer sobre ti si sabes que después, al caminar sobre el túnel, están las estrellas. Caminar sobre basura para encontrar diamantes. Y sino, al menos lo habrás intentado.


El futuro es la esperanza. Habrá un mañana mejor. La esperanza. El día después. Pero también el presente. Hoy. No es fácil asumir que el viaje también es un destino. Y en esas está ese asturiano que tan felices nos hizo, caminando poco a poco, antes de correr, antes de volver a volar. A ganar. A esa victoria que necesita para vivir. Espero haberme explicado. Si no pueden seguir pensando que Alonso, Fernando Alonso, está acabado...