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Por hambre, ya tenemos finalista

El Barça actual tiene armas para solventar esta semifinal hoy mismo. Depende de Messi. Y en el hipotético caso de que perdiera hasta 0-3, por ejemplo, la eliminatoria seguiría abierta. Esa es la diferencia de potenciales. Sin embargo, si el Villarreal se ha ganado el respeto y una oportunidad de soñar es por su hambre. No le descarten todavía. Ése es su mayor poder. Y por eso su techo es incalculable. El proyecto de Marcelino dejó atrás la Segunda en su primera oportunidad, se coló en competiciones internacionales gustando y ahí está, feliz: a un paso de la final de Copa, sexto en Liga y en dieciseisavos de la Europa League. De su once en el Camp Nou, ocho jugadores saben lo que es resucitar. Es su leitmotiv. Por eso, este equipo se merece una alegría. En forma de final.

Asenjo era una promesa y brilla otra vez. Mario estaba fuera hasta que afinó cuerpo y mente para volar. Víctor Ruiz fue pitado en Nápoles y despreciado en Valencia. Como Jaume Costa. Y los dos ya sonríen. Jonathan sólo calentó en el Barça (372’ en cinco años). Y Cheryshev llegó sin rodaje del Madrid y el Sevilla. Ambos son nuevas banderas. Pina, clave en esta ida, llegó a no ir ni convocado. Y hasta Gio tuvo que aburrirse en la Premier y pasar por Galata, Racing y Mallorca para ser la estrella que se apagó en el Barça. A los tres titulares restantes hoy tampoco les faltará genio. Musaccchio, lesionado el día que el Tata le citó, está de vuelta. Bruno volvió a La Roja tras dos años y medio. Y Vietto se sale después de ser suplente en ocho de las diez primeras jornadas. Moraleja: el Barça deberá remangarse.