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Al fútbol siempre le quedarán la afición y la cultura

Tengo sobre mi mesa, mirándome, el libro de un aficionado al fútbol que, además, es director de AS, este periódico. A Alfredo Relaño lo conocí en los tiempos del cuplé, cuando nació El País, que entonces se nutrió de jóvenes como él para ofrecer (desde 1976) una visión más literaria, más profunda, del fútbol y de los toros, por ejemplo. En aquella época (1976 y los años que siguieron) el fútbol (es decir, los deportes) y los toros estaban en la misma dimensión, en la sección de Deportes, donde trabajaba el joven Relaño. En el puente de mando estaba Julián García Candau, que era amigo de los escritores más importantes de la época, como Juan García Hortelano, Juan Benet o Francisco Brines, a los que pronto hizo colaborar en el periódico con agudas crónicas en las que el fútbol era un pretexto imaginativo.

Candau escribía (escribe) muy bien, con una soltura metafórica de la que son herederos muchos de los que le siguieron, como el propio Relaño. Éste forma parte, con Segurola, con Toro, con Julio César Iglesias, con Orfeo, con Lafuente, con Trueba, con Patxo Unzueta o con Rodrigálvarez, Jabois o Gistau, entre otros muchos, de los que tomaron aquel testigo y los testigos de Gonzalo Suárez o Antonio Valencia para convertir la escritura del fútbol en una de las bellas artes del periodismo.

Poco a poco, esa secuencia de escritores de fútbol le quitó el polvo (el polvo del tópico) a lo que la gente creía que era la crónica deportiva. Y hoy, gracias a esa gente de antes y de después, se puede decir que leer de fútbol es mucho más que saber de fútbol.

Por eso que aparezca Memorias en blanco y negro. Historias del deporte en los tiempos del No-Do (Corner) es una noticia tan buena como leer a Relaño todos los lunes en las páginas de deportes del periódico en el que nos hicimos los dos, El País. Fue convocado ahí por Goyo Rodríguez y por José Sámano, que tuvieron el buen ojo de ponerlo a contar sus memorias.

Son las memorias (apasionadas pero rigurosas) de un aficionado. Por tanto hay dato y carne, no hay tan solo erudición. Leerlo es vivir de nuevo lo que él recuerda. Es gran periodismo, envidiable periodismo; no me da pudor decirlo en su casa, no sólo porque el autor es mi amigo, y maestro mío, sino porque da gusto recomendar libros buenos, de los que caen en las manos para no caerse de las manos.

La afición nunca abandonará al fútbol, pase lo que pase, y la escritura, si es buena, siempre nos devolverá al gusto por el fútbol, que es el 93 por ciento, más o menos, de estas memorias en blanco y negro.