El público es soberano (2ª parte)

Mariano Tovar

Que el público se alegre y celebre la lesión de un jugador es repugnante y vergonzoso. Esa afirmación, como tal, es irrebatible. No soy tan idiota. Jamás negaría algo así. Si de verdad hubo en la grada algún espectador que celebró que Cassel se hiciera daño en plan "que se joda ese cabrón, y ojala sea grave y no vuelva", sería una persona despreciable. Lo que negué en el artículo anterior, y seguiré negando el tiempo que haga falta, es que eso fuera lo que realmente sucedió en Arrowhead.


El público de un estadio de la NFL no piensa "que se joda ese cabrón, y ojala sea grave y no vuelva". Y tampoco lo pensó el domingo. En realidad no creo que nadie, en ningún deporte, salvo el boxeo en todas sus variantes, celebre que un deportista termine KO. Y si hay un público especialmente respetuoso es el de la NFL. No es verdad esa imagen que se ha vendido durante muchos años en Europa, de gente que va al estadio a comer hamburguesas sin importarles lo que sucede en el campo. Es público entendido e implicado, como el de cualquier estadio, pero más respetuoso se cabe. Por eso mismo, vuelvo a insistir en que lo sucedió en Arrowhead el domingo no fue lo que nos han querido contar. No es tan simple. Lo dije en el artículo anterior y lo repito. Y si, como decíais alguno, no compráis esa mercancía, pues fenomenal, pero por mucho que se empeñen, en la NFL ni ha sucedido ni sucederá algo así. Un hecho tan llamativo hubiera sido censurado en directo por los locutores de la retransmisión. He escuchado varios audios diferentes y no se le dio especial importancia. Se vio como una reacción normal hasta que Eric Winston hizo sus declaraciones. Ahí comenzó la tormenta.

No escribí el artículo del jueves sin darle bastantes vueltas antes. Como sabéis, me gusta agitar el blog de vez en cuando con artículos polémicos, pero antes los repaso como no hago con el resto, sabiendo que habrá polvareda. Incluso tenía previsto escribir una réplica. No me dio un pronto. Por supuesto que me esperaba una respuesta encendida y contrariada, incluso más de lo que ha sido, pero también esperaba que en algún momento se recondujera hacia un debate que no ha aparecido por ningún lado. A ver si lo consigo al segundo intento.

En la lesión de Cassel no hubo en ningún momento la tensión de la que habláis en vuestros comentarios. No fue comparable con una cornada al corazón o un torero llevado en volandas a la enfermería mientras chorrea sangre, como decís algunos. No voy a ponerme ahora a medir grados de gravedad, no creo que sea el caso y esa medición es parte del problema, pero no hubo collarines, ni jugadores arrodillados cogiéndose las manos, ni rezos. Hubo exactamente lo que se ve en los vídeos que os dejé en el artículo. Y en lo que quiero incidir, porque me parece una de las claves de lo que quise contar el pasado jueves y también quiero contar hoy, es en que el público lo vio como un lance normal del juego, otra lesión sin importancia. Otra conmoción leve. Eso mismo transmitieron los distintos locutores que se pueden escuchar en los canales del Game Pass. Lo que sucedió fue normal. Y el público, ante la normalidad, siguió centrado en lo mismo que llevaba haciendo bastantes minutos: abuchear a Cassel y exigir que abandonara el emparrillado.

El domingo hubo otra conmoción sonada. Fue la de RGIII. Quiero que veáis las imágenes. Están en Internet. El público casi ni se inmutó. También ayudó que fuera en un tercer down y el la banda. El juego continuó casi de inmediato sin interrupciones ni silencios preocupados. Y eso que el golpeado fue el QB estelar de todos esos aficionados. Otra conmoción más entre muchas. Griffin seguramente juegue el domingo. Cassel no lo hará. ¿Creéis que el motivo es la diferente gravedad de sus conmociones? Yo no lo creo, pero tampoco es el tema de este artículo.

Insisto. Creo que muchos leísteis mi artículo del jueves, no visteis las imágenes e imaginasteis una lesión mucho más espectacular de lo que realmente fue. O quizá me esté equivocando y sabíais el alcance del suceso. No lo se. Y eso que para mí la clave, y quizá el gran problema, es que ya juzgamos las conmociones con grados. Las leves no importan. Las graves nos dejan sin aliento. Con el tiempo hemos dejado de darnos cuenta de que todas son lesiones con secuelas para quien las sufre. Además, sobre Cassel no soy dudoso, ni me dejo llevar por ninguna manía. Sabéis que siempre le he defendido como un valiente, todo corazón, que se deja el alma en cada partido. Habré criticado su calidad, pero nunca su entrega. Y en este asunto lo de menos es el nombre del actor.

En este segundo intento vuelvo a remitirme a las declaraciones de Eric Winston. Fue la mecha que comenzó el incendio y motivó no solo mi artículo, sino cientos de ellos. Y sigo pensando que se equivoca en las tres ideas clave que intenta transmitir.

La primera es su crítica al público. Me lo compréis o no, me reafirmo en lo el otro día y hoy. Los aficionados no se alegraron, ni celebraron, ni se rieron de su lesión. Nadie dijo "que se joda ese cabrón, y ojala sea grave y no vuelva". Simplemente siguieron haciendo lo mismo que en los minutos anteriores: silbarle. Básicamente porque no le dieron importancia a la lesión. Insisto en que ese 'no darle importancia' es la clave del asunto y más abajo trataré el tema. Ahora juzgamos las conmociones 'por grados'.

La segunda es considerarse un deportista y no un gladiador. A lo largo de los años cientos de jugadores de la NFL se han definido como "los nuevos gladiadores" con orgullo. ¿En qué quedamos? En vuestros comentarios varios decís que solo son deportistas. Más abajo también trataré este tema.

La tercera es cargar así contra su afición y callarse, como hicieron todos y cada uno de los jugadores de la NFL de forma repugnante y vergonzosa, cuando se hizo público que había jugadores que se jugaban dinero por lesionar a un rival. Todos guardaron un silencio cómplice y despreciable. Incluso la asociación de jugadores se puso del lado de tipos que intentaban sacar del campo a compañeros a golpes. Eric Winston también estuvo mudo.

En este blog, bastantes de los que me habéis criticado por lo que escribí el jueves, defendisteis a capa y espada que lo que sucedió en el Vikings-Saints, que ha marcado un antes y un después en la historia de la NFL, fue normal. Que todos lo hacen. Incluso algunos jugadores de competiciones en España y México afirmasteis sin pudor que en cada golpe intentáis sacar del campo al rival, que es lo normal y que en eso consiste el football americano.

Así que, si lo entendí bien entonces, hay que asumir que los jugadores van a hacerse daño entre ellos, y no hay que escandalizarse, porque todos lo hacen aunque no se pueda decir en alto, porque no es políticamente correcto. Cojonudo. Ellos pueden licuarse el cerebro entre ellos sin que tenga importancia, pero si también deja de tener importancia para el público, éste se convierte en repugnante y vergonzoso.

Un jugador de la NFL no es un deportista normal. Podéis llamarle gladiador, suicida o como os de la gana. Ningún deportista normal tiene la casi certeza de que unos diez años después de abandonar la práctica de su deporte va a empezar a sufrir síntomas de enfermedades que les provocarán secuelas irreversibles y horribles. Quizá solo el boxeo al que me refería antes, provoque consecuencias tan graves. Si un tipo sigue jugando a pesar de todo eso, conociendo con detalle lo que muy probablemente le sucederá, quizá no sea un gladiador, pero sí un insensato. Decenas de exjugadores tarados han repetido hasta la saciedad que no merece la pena. Que no volverían a jugar al football si pudieran dar marcha atrás.

Y lo más terrible del asunto es que la famosa frase es completamente cierta: "El football no es un deporte de contacto, lo es de colisión". Los golpes no se pueden eliminar. Son parte de su esencia. La NFL busca una solución de forma desesperada pero no la encuentra. Endurecer los arbitrajes, o cambiar reglas, como ha hecho con los kickoff, no es suficiente. Mejorar las protecciones tampoco es solución. Cuanto más protegen más se emplean para golpear. Y mientras todos tengamos la cabeza sobre los hombros, los choques entre cascos serán inevitables solo por una cuestión física. Si se cortara por los sano y se eliminara el contacto, el público le daría la espalda de inmediato.

Ya lo he escrito alguna vez. Las demandas de antiguos jugadores se acumulan. Antes o después les darán la razón en alguna y comenzará una riada en la que la NFL tendrá que pagar indemnizaciones millonarias a cientos de personas. Lo he comentado con mucha gente que me dice que eso nunca pasará, que el football es el deporte rey, que hay en juego miles de empleos, de empresas subsidiarias, de negocios y que además forma parte del alma de los estadounidenses. Quizá los intereses impidan que se de ese paso, pero en conciencia debería darse. Lo contrario es repugnante y vergonzoso como lo es que la NFL siga negando aún hoy la relación directa entre la práctica de este deporte y las secuelas. Decir lo contrario les costaría mucho dinero.

Así que nadie debería sorprenderse si un espectador termina viendo como normal una conmoción cerebral. Es más, lo raro es que no haya sucedido antes. Y volverá a pasar muchas veces más. Ya parecemos médicos, sabemos hasta detectar los síntomas que ya hemos visto en tantas ocasiones. Hoy viernes Calvin Johnson ha declarado que en el Lions-Vikings del 30 de septiembre sufrió una conmoción cerebral y lo ocultó. Megatrón miente. No sufrió una, sino dos. La primera fue en la primera mitad y en la end zone contraria. La otra fue en la segunda parte al intentar recoger un pase largo centrado en torno a la yarda 40 rival. Yo vi el partido en directo con Manolo Arana. Los dos nos dimos cuenta y lo comentamos. No dábamos crédito a lo que veíamos. Tenía todos los síntomas. En ambos casos andaba inseguro, oscilando, sin tener muy claro donde estaba. Tuvo que apoyarse en compañeros para salir del campo. Al llevar a la banda le miraron, hablaron con él, le dieron dos palmaditas y se desentendieron. Después del primer golpe sufrió varios drops inimaginables en él. El segundo gran golpe solo fue la puntilla, y eso que había pasado más de una hora de tiempo real entre uno y otro. Y la historia no termina ahí. El receptor de los Lions volvió a salir al campo en todos los drives ofensivos desde entonces y hasta el final.

Yo no soy muy listo. Lleváis suficiente tiempo leyéndome como para saberlo. Pero no me puedo explicar que viera no una, sino dos conmociones, y nadie en la banda de Detroit, ni médicos, ni compañeros, ni unos árbitros que ahora están obligados a detectarlas, se enteraran de la fiesta. Luego pasa lo que pasa. Los aficionados ven como Cassel cae al suelo noqueado y le dan la misma importancia que todos los demás estamentos de la NFL, ninguna, y siguen a los suyo, abucheandole.

Podéis seguir pensando que los aficionados de los Chiefs hicieron algo repugnante y vergonzoso. Allá vosotros. Yo sigo pensando lo mismo que el jueves. El público es soberano y su actuación solo es un síntoma de que cada vez tenemos la piel más gorda, inmunizada a hechos que deberían ser percibidos como importantes.

Y me pregunto si vosotros y yo también actuamos de forma repugnante y vergonzosa. Algunos decís en vuestros comentarios que cada vez sufrís más con los golpes, ahora que sabéis las consecuencias que tienen. ¿No debí yo, en conciencia, apagar el monitor mientras veía como Calvin Johnson estaba conmocionado sin que le importara a nadie? ¿Contribuyo, comprando el Game Pass, y dando a conocer este deporte, a que unos insensatos terminen su vida suicidándose con un disparo en el pecho para que los médicos puedan estudiar su cerebro? ¿Hay que acabar con un deporte que afecta gravemente a la salud de quien lo practica, sea al nivel que sea? ¿Puedo disfrutar sin inmutarme de lo que ocurre en un partido, desentendiéndome de las consecuencias para sus practicantes?

La NFL ha entrado en un bucle autodestructivo con muy mala solución. El mundo moderno no está pensado para que haya gladiadores que se dejen la vida para que otros se diviertan. Lo que no voy a compartir con vosotros es que todo el mundo se rasgue las vestiduras porque la afición de un estadio no le de la más mínima importancia a una conmoción cerebral, hasta el punto de seguir abucheando al que la sufre. Si se ha llegado hasta ese punto no hay que apuntar a los que abuchearon, sino a los que provocaron que hayamos llegado a él.

Y no me voy a mover ni un milímetro de aquí salvo que alguno de vosotros me convenza de lo contrario. Me alegra ver que no soy el único que ha querido ir más allá analizando lo sucedió en Arrowhead. Podéis comprar o no mi mercancía o sentiros decepcionados, pero tanto el jueves como hoy tenía muy claro lo que os quería contar. Tanto el jueves como hoy puedo estar confundido y tanto el jueves como hoy pienso que el público es soberano, que Eric Winston se equivocó y que lo auténticamente repugnante y vergonzoso es la naturalidad con la que se está deshumanizando este deporte.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl