Los dos errores de España para no estar en semifinales

La Selección de Valero no peleará por las medallas. Una lástima. Era el reto del equipo, de un buen grupo de jugadores, a los que el destino les ha jugado una agria pasada: perder por un gol, en el último segundo, frente a una Francia que ahora sí era batible. Pero hay por los menos dos aspectos que es necesario criticar, exponer, incidir, porque son culpa nuestra, y que nos hemos corregido: el trato a Julen Aguinagalde y la composición del grupo de catorce jugadores.

España no tiene en la actualidad lanzadores solventes desde nueve metros. No hay cañoneros fiables, y por eso hemos patentado un estilo de juego que nos enseñó Urios, un pivote infalible en los seis metros, un especialista en coger el balón y sacar petroleo, porque todas sus acciones eran positivas para la Selección.

El juego del pivote hispanocubano nos hizo campeones del Mundo y subcampeones de Europa, porque su actividad en la línea maquillaba la falta de cañorenos con puntería. Y tras él apareció Aguinagalde, su heredero en todos los aspectos, porque Julen es como Rolando, pero más joven y sano.

Los rivales nos han estudiado, y saben que la manera de controlar al irundarra es en falta continua, agarrándole, llevándole dentro de área para que los pases, cuando le lleguen, no tengan peligro. Y eso lo ha estado denunciando Talant Dujsebaev en los dos o tres últimos años. Ha pedido, solicitado y gritado, respeto para el jugador, pero en España se ha entendido que era una crítica egoista, para sacar partido a sus intereses de club en el Atlético de Madrid, aunque la realidad es que sólo clama para que los árbitros apliquen el reglamento.

Y el caso es que los lamentos de Dujsebaev han sido proclamas en el desierto. En España los árbitros han hecho oídos sordos, y desde la Federación tampoco se ha alimentado la petición del entrenador para que el arbitraje internacional tome note, repase los vídeos u observe como se repite constantemente esa defensa ilegal que tendría que darle a nuestra Selección más de media docena de exclusiones extras y penaltis por partido.

En los cuartos de final, cuando Francia no tenía otro remedio que subir su nivel de intensidad, lo que hizo sobre Julen fue, sencillamente, falta constante, y, sin embargo, no se señaló ni una exclusión en ese tiempo. Por eso España estuvo 10 minutos a la deriva y sin referencia, porque el juego con el pivote que es nuestro estilo por obligación, era imposible.

Y por eso, aunque Sterbik fuese un coloso, y la defensa estuviese a unos niveles más que notables, acabó ganando Francia, porque en este deporte se combina la defensa y el ataque para ganar, y si al final no marcas, pierdes, como nos pasó.

El otro error es de Valero Rivera, por lo menos desde mi perspectiva. Es lícita su apuesta, pero también es lícita la crítica honesta. Se equivocó en la confección del grupo, y le ha pasado factura. Sólo podía llevar a catorce jugadores, y a la postre, como se ha visto, sólo contaba con trece, y en los cuartos de final tenía a Gurbindo fuera por lesión, y a Sarmiento diezmado. De los doce jugadores de pista, sólo contaba con diez sanos, y sólo tiro de ocho. De ahí ese invento de jugar por momentos con dos zurdos en la primera línea, uno de ellos Víctor Tomás. Eran soluciones de emergencia que demuestran la polivalencia de los internacionales, y posiblemente el buen trabajo que ha hecho Valero Rivera con todos ellos en la fase de preparación.

Pero de lo que no hay duda es que para no dar ventaja a los rivales hubiese sido mejor emprender el viaje a Londres con catorce jugadores útiles, sólidos, expertos y con confianza. Y a lo mejor, en esas condiciones, con Alberto Enterríos, por ejemplo, no estaríamos llorando ahora por nuestra desgracia, porque a la fortuna, a largo plazo hay que ayudarla.