Federer palidece en la espera de Nadal



Redacción AS.COM

Alguien abrió la lata y parece haber divulgado el secreto de cómo vencerle. Roger Federer atraviesa uno de los momentos más difíciles de su carrera. Nadie duda de su clase, nadie duda de su potencial, nadie duda de su grandeza, pero 2008 y su juego parecen conjurarse, y conjugarse, para ayudar a Rafael Nadal a conquistar el número uno del tenis mundial, antes de lo que unos desean y otros se resignarán a aceptar.

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Porque el duelo Roger Federer y Rafael Nadal lleva avivando torneos, publicaciones y foros desde el 25 de julio de 2005, fecha en la que el mallorquín se convirtió en el escolta del suizo en la clasificación de la ATP. 157 semanas en el segundo escalón del podio mundial. La derrota de Roger Federer en el Masters Series de Toronto ante el francés Gilles Simon abre dos incógnitas, la primera, el futuro de Roger Federer, la segunda, cuándo logrará el manacorí conquistar el número uno.

¿Qué le pasa a Federer? Nunca antes se había enfrentado a Gilles Simon y a la primera, el francés ha entrado en la lista negra del suizo. Y ya son unos cuántos. La tremenda imbatibilidad conseguida por Federer parece abrir huecos, recobecos por los que es cada vez más habitual ver las debilidades del suizo, hasta ahora inalcanzables para muchos. Ni siquiera para Rafa Nadal. Y ahí está la gracia para uno y desgracia para otro. ¿Ha perdido fuerza el juego de Federer o ha crecido con los años el de Nadal? Puede ser. ¿Es sólo un 'bajón' en el juego de Federer o un 'subidón' en el de Nadal? Puede ser. ¿Ha sido tan brillante el juego del suizo que nos ha 'mal acostumbrado' tanto que ahora ponemos el grito en el cielo en cada derrota? La cuestión es ver quién sale favorecido en esta tesitura.

Asegura Federer que no se acaba el mundo por caer eliminado en el primer partido de un torneo. Cierto. Qué así puede centrarse en los Juegos Olímpicos de Pekín y en el Open de Estados Unidos. Cierto también. Pero este Federer parece otro. Mantiene su gesto impasible pero sus victorias cada vez son más celebradas, por pocas o por costosas. Ha ganado en Estoril y en Halle y ha llegado a la final de Roland Garros y de Wimbledon y a las de los Masters Series de Hamburgo y MonteCarlo. Cayó en semifinales en Indian Wells y en el primer Grand Slam de la temporada, el Open de Australia, y vio como en cuartos le apeaban del Masters Series de Miami y del de Roma. Además de palidecer en la comparación con sus números de 2007, cuando no conocía la derrota, (a éstas alturas de la temporada, en 2007 Federer ya se había embolsado el Australian Open, Dubai, el Masters Series de Hamburgo y el mítico Wimbledon, su fuerte, y Montreal le había visto como finalista en las pistas canadienses) Federer juega cada vez más encorsertado por la presión. Siente el aliento de Rafa Nadal y Novak Djokovic.

Ahora asalta una segunda duda, ¿conseguirá Nadal convertirse en número uno? Que llevamos con esta canción mucho tiempo es cierto. Es como el eterno fichaje de Kaká por el Real Madrid. Todos los años preguntan, y ningún año llega. Pero alguno será. Es un deseo para muchos, una grandeza sólo hasta el momento en manos de Carlos Moyá durante dos semanas de 1999 y de Juan Carlos Ferrero en 8 de las de 2003, y puede que esa misma ilusión lleve a todos los seguidores, eufóricos con tanto triunfo deportivo español, a esperar de forma impaciente la llegada de Nadal al número uno. Calma.

Gilles Simon ha conseguido no sólo su primera victoria ante Roger Federer, también ha abierto la puerta, hasta entonces entornada, para que el reinado del suizo como número uno del mundo caiga en manos del manacorí Rafa Nadal y eso podría ser la próxima semana. La diferencia entre ambos tenistas está en 770 puntos, si Nadal se adjudica la Rogers Cup de Toronto, ésta se reduciría a sólo 275. Si el de Manacor se coloca en la final de Cincinnati y Federer es eliminado tempranamente en suelo estadounidense, las 237 semanas consecutivas de reinado suizo, desde febrero de 2004, llegarían a su fin. Difícil, seguro. Posible, desde luego. Factible, parece que cada día, más.

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