Nalbandián fue el rey

Jesús Mínguez

A veces, la fe mueve montañas y derriba gigantes. David Nalbandián, que atravesaba un desierto tras haber sido número tres del mundo y caer hasta el 25 actual entre problemas de peso y descuido en los entrenamientos, vuelve a ser el Rey David.


"Federer es humano", advirtió Nalbandián. Lo dijo porque lo sabía muy bien: él le ganó en la final de US Open júnior en 1999 y, sobre todo, tenía el honor de haber sido el último en doblegar a Roger Federer en una pista indoor hace ya casi dos años, un 20 de noviembre de 2005 en la final del Masters de Shanghai.

Ayer, en la final del Masters Series de Madrid, nunca perdió la esperanza y tras ceder un engañoso 6-1 en el primer set remontó para endosar un doble 6-3 en el segundo y tercero a esa máquina de precisión que ayer sufrió un desajuste, aunque no era Nadal quien estaba delante. Nalbandián, que con 25 años tiene voluntad y condiciones para volver a la cima, estaba obligado a realizar el partido perfecto, el torneo perfecto. Y lo hizo, ganando al número dos del mundo (Nadal), al tres (Djokovic) y al uno (Federer) en tres días.

En la primera manga, el suizo aprovechó la primera oportunidad que tuvo de romper el saque del argentino (3-1) y David forzó la ocasión de devolvérselo en el siguiente, pero el Ojo de Halcón se estropeó en una bola clave que le hubiera dado el juego. No se hundió. Siguió machacando el revés de Federer, restó de forma suicida para conseguir mantener al número uno en el fondo de pista evitando así sus voleas y fue minando la moral del campeón, que este año sólo había perdido ante Nadal, Djokovic, Cañas y Volandri.

Nalbandián, amante de los deportes de riesgo y corredor de rallys en sus ratos libres, no dejó de creer en la victoria. El genio de Basilea sacó alguno de esos golpes "que no están en los manuales" que describe Moyá, pero también falló más de la cuenta. Sus 14 errores no forzados (ocho con su mazo de seda de derecha) superaron los ocho del argentino, que se fue ganando el apoyo de la grada con su fe ciega. Con 3-1 arriba en el segundo, una de las mangueras de gas que hacen volar el confeti se soltó. El partido se paró diez minutos y Nalbandián pareció desconcentrarse. Mas igual que en su reciente carrera (su última final fue en Estoril en mayo de 2006) supo volver. "¡It's no way!", gritó Federer al fallar una bola. No era el camino, no. Nalbandián aprovechó su primer punto de partido y se fue a abrazar a Martín Jaite (técnico) y Fernando Cao (preparado físico) que han conseguido que el Rey David resucitara.