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Raúl y Puyol: un respeto imponente

Veo en la portada de AS a Puyol con el rostro desencajado, con expresión casi de niño desvalido. ¿Qué pasa aquí? parece estarse diciendo. Aunque la imagen es muy distinta, me evoca la de Raúl dando aquellos saltos tras la agonística victoria ante el Espanyol, aquellos saltos que me recordaron a Juanito. Gestos diferentes, los de Puyol y Raúl, pero próximos en un aspecto: en lo que suponen de comunión de sentimiento con su club. Quiero decir, con todo el respeto, que no me imagino una expresión de dolor tan pura en Ronaldinho, por ejemplo. Ni de alegría tan pura en cualquiera de los galácticos.

Con lo cual no quiero hacer de menos a los que vienen de fuera. Algunos han marcado estilo. Nadie se tomó el Madrid tan en serio como Di Stéfano, ni nadie ha puesto en el Barça tanto como Kubala. Estos grandes clubes, y los no tan grandes (nuestro fútbol es rico y comprador) hacen bien en ceder a la tentación de buscar lejos lo que no encuentran cerca. Pero nunca deben perder el sentido de la mezcla, nunca deben permitir que el aluvión de fichajes se lleve por delante el sentido propio de la casa. Eso que reflejan Puyol y Raúl no se compra. Y si se tiene hay que cuidarlo, porque tiene un valor.

El fútbol es travieso e inexplicable. Cada semana hay partidos capaces de desmoronar toda teoría. Sólo unas pocas verdades sobrenadan, y una de ellas es que cuando los jugadores quieren a su club ofrecen un plus. Los malos, los regulares y los buenos. Los que están en forma y los que no. Los nuevos, que aparecen con la indulgencia del público hacia el joven, y los ya muy vistos, que aburren por ello. Los que son de la casa, o la sienten como tal, soportan modas, portadas superfluas, derrotas, vanidades exageradas... Están ahí siempre, dando equilibrio, en las buenas y en las malas. Merecen un respeto imponente.